"El Perfume" trae una fórmula exitosa: crímenes y romance

Por María Rosa Beltramo

Desde Alemania llegó “El Perfume”, una miniserie que tiene todos los ingredientes para que el espectador quiera devorar un episodio tras otro. La responsabilidad es de la productora Constantin, la misma que en 2006 hizo “Perfume: la historia de un asesino” y rompió la taquilla en Europa y América con la historia de Jean Baptiste Grenouille, un hombre obsesionado por crear un aroma irresistible a partir de los fluidos de sus víctimas, jóvenes mujeres a las que asesinaba como parte de su plan maestro.

El filme, basado en el best seller de Patrick Süskind, transcurre en el siglo XVIII y la serie que tiene Netflix cuenta una historia que sucede en la más estricta actualidad, con permanentes flashbacks hacia la adolescencia de 5 jóvenes condiscípulos en un internado, estrechamente vinculados a la primera de las víctimas.

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También aquí hay crímenes de mujeres y un asesino serial que, a diferencia de la película, no se sabe quién es. La narración tiene apenas un par de coincidencias con la que se realizó a partir del libro de Süskind, que en la serie es mencionado varias veces. La principal investigadora llega incluso a chequear pasajes del filme cuando detecta que el homicida mutila la zona púbica y las axilas,  en procura de los elementos que necesita para crear el elixir con el que soñaba Grenouille.

La acción se desarrolla en el Bajo Rin, entre un colegio amurallado en el que víctimas y sospechosos pasaron su infancia y adolescencia y modernas casas con jardines espaciosos donde viven en la actualidad aquellos chicos conflictuados y difíciles que a veces conmueven por su soledad y otras asustan. Nunca queda claro si están siempre juntos porque el sentimiento los hermana o para vigilarse mejor.

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Al fin , la única coincidencia plena entre todos, es la capacidad que han desarrollado para detectar aromas, clasificarlos y, en función de ellos, conocer a la gente y sus puntos débiles. Las chicas, que a veces parecen tener un gran ascendiente sobre sus compañeros, terminaban participando de juegos sexuales que alteran los lazos de amistad y dejan vencedores y vencidos.

Dirigida por Philipp Kadelbach, “El perfume” arranca con el asesinato de la cantante Katharina (Franziska Brandmeier). La investigación queda en manos de Nadja Simon (Friederike Becht), una joven policía que le aporta a la serie no sólo una pesquisa inteligente sino, y sobre todo, un subtema que a lo largo de los seis episodios rivaliza en interés con el de los crímenes.

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Es que Nadja está perdidamente enamorada de Staatsanwalt Grunberg ( Wotan Wilke Möhring), el jefe del departamento policial y hombre casado y con hijos pequeños que juega a dos puntas y permite que su detective estrella crea que está dispuesto a cortar con la esposa para irse con ella. El romance entre ambos es de lo más logrado de la historia.

No pueden estar media hora sin planear una escapada, usan cualquier excusa para reunirse en la comisaría y fuera de ella pero él suele pegar el faltazo por sus obligaciones familiares. Nadja se vuelve demandante. Su amante le hace notar que tiene hijos chicos y que tal vez es conveniente esperar que crezcan para divorciarse.

El guión se convierte en un tango, con llamadas telefónicas a deshora, llanto, reconciliaciones y despedidas abruptas mientras crece el número de víctimas y la policía sólo encuentra pistas frías que no permiten atrapar al culpable ni alejarlo de las desdichadas que se cruzarán en su camino.

El romance adquiere tal fuerza dentro de la historia que hasta podría verse con interés, prescindiendo incluso del tema principal que es el de los asesinatos  y la autoría de esos crímenes. El guión se ocupa, no obstante, de que en algún momento las dos narraciones coincidan.

Tanto el romance  entre la pareja alemana que en realidad parece latina como la sucesión de femicidios quedan absolutamente abiertos para una segunda temporada que será esperada con ansias.

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