La Navidad también se huele: ¿Por qué los aromas despiertan recuerdos?

En medio de la música, las luces y los rituales típicos de fin de año, hay quienes sienten que la Navidad no solo se escucha o se ve, sino que se huele. Pan dulce, agua de azahar, sidra, turrones o incluso la pólvora forman parte de un paisaje invisible que activa recuerdos profundos. Según explicó en Siempre Juntos por Cadena 3 Rosario la doctora Stela Maris Cuevas, médica otorrinolaringóloga y experta en olfato, este sentido tiene una conexión directa con el sistema límbico del cerebro, donde se alojan la memoria y las emociones, lo que explica por qué un aroma puede transportar de inmediato a la infancia, a una mesa familiar o a un ser querido que ya no está.

La especialista señaló que el olfato es único entre los sentidos: los estímulos odoríferos llegan directamente al hipocampo, estructura vinculada a los recuerdos, y al hipotálamo, relacionado con las emociones. Por eso, un olor puede despertar alegría, melancolía o esperanza casi de manera instantánea.

En fechas como Navidad, estos estímulos se multiplican y aparecen sensaciones de nostalgia, un estado afectivo que —lejos de ser negativo— forma parte de los procesos emocionales normales, especialmente en personas adultas que evocan tradiciones, ausencias o momentos compartidos.

Cuevas remarcó que la nostalgia no implica necesariamente tristeza patológica. Recordar aromas asociados a la familia, a la casa de la infancia o a rituales navideños puede emocionar y, al mismo tiempo, reconectar con experiencias valiosas. Solo en casos de pérdidas recientes o cuadros depresivos previos estos estímulos pueden intensificar el malestar. “Uno puede olvidar una voz o un rostro, pero el olor de una persona querida no se olvida nunca”, explicó, al destacar que el sentido del olfato se forma desde las primeras semanas de gestación y nos acompaña hasta el último día de vida.

Entrevista de Alberto Lotuf.

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