Un día perfecto de otoño en La Cumbre

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Un paseo por los rincones de La Cumbre siempre resulta agradable. No importa si es lunes, martes o fin de semana, el día es indistinto para pasarla bien. Caminar las veredas, recorrer sus generosas calles en otoño rodeadas de añosos árboles amarillentos o rojizos, ya es un atractivo singular. Buscar y descubrir entre los follajes de las plantas, esas viejas casonas que deslumbran por el porte aristocrático y sus amplios jardines siempre arreglados.

Alojarse en alguna de sus posadas del siglo pasado, es una experiencia recomendable. La Cumbre conforma siempre, a aquellos que van por el día, por un fin de semana o de vacaciones en cualquier época del año. En familia o en grupos empresariales que buscan retiros para el personal.

Disfrutar de los silencios, los espacios, la decoración y el estilo elegante que todo lo convierte en relax y tranquilidad para realmente descansar. Así es Posada San Andrés, un rincón que marca su impronta en el primer minuto con el parque, las orquídeas o dos aguaribay centenarios, ubicados en primer plano. Precisamente el patio de ingreso, antes de tomar la escalera hacia la puerta de acceso, son parte de la postal.

Ubicada sobre las montañas de La Cumbre, muy cerca del campo de golf, esta vieja casona construida en los años treinta, tiene un gran valor patrimonial por su arquitectura de estilo.

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Rosana Alasino y Daniel Alonso cuidan cada detalle del emprendimiento, que resultó un escape a su vorágine laboral donde los tiempos eran muy acelerados en Buenos Aires. Aquí, en San Andrés, no hay lugar para el apuro… el tiempo transcurre como una suave melodía donde los minutos pasan al compás de los detalles de la casa. 

Bellos cuadros, la biblioteca, los sillones, el entablonado de sus pisos o las siete hectáreas de bosque que rodean la posada, son suficiente para realmente “oxigenarse” y respirar profundo.

Para probar

La gastronomía y sus variadas opciones es otro distintivo de La Cumbre. Elegimos Khuska, restaurante argentino, para disfrutar de platos regionales. Suavemente suena de fondo una chacarera de Peteco Carabajal y la comida no desentona. 

Humita, locro o empanada de quínoa y queso, cazuelas , guisotes o carbonada. Es comida confortable con tono regionalista para esas noches de frío intenso o festejo patrio.

Un paseo en bici por la ciudad, visitar la iglesia o simplemente caminar son opciones válidas para el “día perfecto”, que está garantizado de una u otra manera.

Y lo dulce no puede faltar, pero por suerte aquí también la oferta es amplia. Acompañar un buen te o café doble con una porción de torta que nos traslada a otras geografías de un solo bocado. Todo es posible en Dani Cheff, frente a la oficina de Turismo, en el centro del pueblo.

La amabilidad es siempre parte de la propuesta, calidez y armonía en este sitio de pastelería y casa de té. “Somos parte de las emociones que acompañan tu vida”, reza una inscripción en el interior del lugar, que se traduce, por ejemplo, en una generosa porción de torta vienesa.

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