Ayuda humanitaria para un país planero

Adrián Simioni

El jueves, los países más desarrollados del mundo se reunieron en Japón. Allí, el ministro de Economía de Brasil, Fernando Haddad, hizo algo sin precedentes: se reunió con la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, no para pedirle nada para Brasil sino para interceder por la Argentina. 

Haddad le pidó que Estados Unidos use todo su poder para que el FMI le vuelva a prestar a nuestro país miles de millones de dólares pese a que el gobierno argentino volvió a incumplir por enésima vez los compromisos que firmó.

Lo más llamativo de todo es el tono de Haddad: dijo que Argentina necesita la ayuda por "razones humanitarias". Como si nuestro país fuera uno de esos países africanos que en la década del 80 estaban atravesados por guerras civiles, hambrunas, conflictos tribales, golpes militares y pandemias, todo al mismo tiempo. No es tan absurdo. 

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En marzo, Ucrania, un país que está en guerra, invadido por Rusia, tuvo una inflación del 1,5%. La inflación argentina fue 7,7%.

La verdad, es una vergüenza. Argentina no sólo desborda de recursos naturales y espacio. No tiene un sólo conflicto con sus vecinos. Nunca le tocan grandes catástrofes naturales. O sea: tiene amigos y buena suerte. 

Sin embargo, desde hace décadas viene defraudando con un default tras otro a todos los que le prestaron un mango e incumpliendo todo tipo de trato. 

Traiciona a los que la ayudan zalamereando a dictadores y violentos. Y es un pordiosero que estira una y otra vez sentado en la vereda del mundo mientras gran parte de su población adulta y sana no trabaja de verdad, su clase alta hace turismo libre de impuestos y sus políticos imprimen desde hace décadas cantidades obscenas de billetes para asaltar el poder y tratar de quedarse en él para siempre. Somos un país planero.

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Es una vergüenza enorme. Tantos años de encierro nos han transformado en ignorantes del mundo. Las crisis humanitarias existen, pero no es la nuestra. La nuestra es una catástrofe autoinducida por nuestra propia indolencia. 

Argentina no necesita ayuda humanitaria. Al contrario: nosotros tendríamos que estar ayudando con alimentos, energía, tecnología, inteligencia y a las sociedades pobres que sí la necesitan.

Al revés: lo que debería hacer el resto del mundo, empezando por el FMI, es cortarnos los víveres de una vez y para siempre. Dejar que nos las arreglemos solos, como podamos, que nos saquemos el disfraz de mendigos que usamos hace décadas, dejemos de pedir limosna y nos pongamos a trabajar, ahorrar e invertir.

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