Entre el gatillo fácil y la impunidad, ¿nada?

Miguel Clariá

Esta semana en Córdoba se debate un tema crucial para nuestra sociedad: la seguridad. El caso de Blas Correas, en el que policías dispararon sin motivo alguno a un auto en movimiento con jóvenes a bordo, es un ejemplo intolerable e inaceptable de abuso de poder. Este hecho extremo será juzgado y condenado, pero también pone en evidencia la falta de un enfoque eficaz y equilibrado en la prevención del delito.

He recibido mensajes de policías retirados, quienes aseguran que no tienen herramientas suficientes para actuar en la prevención del delito. En el Parque Sarmiento y Nueva Córdoba, zonas actualmente conflictivas en términos de seguridad, los efectivos ven a jóvenes preparándose para cometer ilícitos, pero no pueden intervenir antes de que lo hagan.

Me pregunto: ¿por qué no podemos encontrar un punto intermedio entre el extremo de los policías que disparan sin razón y aquellos que no pueden actuar en la prevención? ¿Por qué no somos capaces de desarrollar mecanismos de prevención eficaces, como lo han hecho otros países alrededor del mundo?

En una noche cualquiera en Córdoba, si los agentes de seguridad estuvieran en sus móviles patrullando, podrían detectar a tiempo a grupos de jóvenes o motociclistas que estén por cometer delitos. De esa manera, podrían prevenir situaciones lamentables, como la de la joven de San Juan que fue asaltada y quedó sin posibilidad de regresar a su provincia o entrar a su departamento, o el caso de las dos empleadas que, luego de trabajar arduamente en un bar hasta las 3 de la mañana, fueron sorprendidas por delincuentes que les robaron el fruto de su esfuerzo.

Nuestra sociedad, nuestras instituciones gubernamentales, los legisladores, la Policía y el sistema de justicia enfrentan el desafío de encontrar un enfoque de seguridad que proteja a las víctimas y prevenga la acción de los delincuentes. El punto medio que debemos alcanzar es uno en el que la Policía actúe con responsabilidad, sin abusar de su autoridad ni recurrir a la violencia indiscriminada, y al mismo tiempo, tenga las herramientas necesarias para prevenir delitos y proteger a la ciudadanía.

En conclusión, el caso de Blas Correas es un recordatorio doloroso de lo lejos que estamos de lograr un sistema de seguridad eficiente y equilibrado.