En Formosa, el cuarto oscuro está tapizado de boletas

Juan Federico

Casi cinco mesas para el oficialismo y sólo una para los opositores. Metros de boletas azules que llevan el mismo sello principal: la cara y el nombre de Gildo Insfrán, el gobernador peronista de la provincia de Formosa que este domingo aspira a conseguir su octavo mandato consecutivo.

En esta provincia del noreste argentino, el sistema electoral abruma. Bajo la ley de lemas, 2.543 candidatos aspiran a ocupar algunos de los cargos en juego: gobernador, vicegobernador, 27 intendencias y 15 diputados provinciales (se renueva la mitad del cuerpo legislativo).

La expectativa ciudadana para el cargo principal prácticamente no existe: nadie duda sobre cuál será el resultado final.

Gildo ha logrado que Formosa sea considerada la provincia más kirchnerista del país. En realidad, el mote no le hace honor al caudillo: todo ha sido moldeado por él. Antes, fue menemista (logró en su provincia la re re que el líder riojano no pudo concretar a nivel nacional) y en medio del caos post 2001 se alineó con la presidencia provisoria de Eduardo Duhalde, hasta aterrizar en el kirchnerismo. 

El partido y el Estado se fueron amalgamando en todos estos años de una manera notable. "Gracias Néstor", se observa en un imponente cartel emplazado sobre el bulevar 25 de Mayo, en el acceso norte de la ciudad capital. Se trata de la arteria más importante de Formosa, que lleva hacia la Costanera. Una geografía moderna, en la que amplias plazas se conjugan con comercios de todo tipo a lo largo de unas 10 cuadras. Un bulevar en el que cuadras más arriba presenta otra estatua imponente: la de Juan Domingo Perón. 

Todo asoma ordenado, pintado y prolijo. La presencia policial es notable. 

Como así también abruman los recursos dispuestos para las campañas que culminaron este domingo. Los carteles con el rostro de los candidatos oficialistas aparecen por todos lados: pasacalles, pequeñas pancartas y hasta pantallas gigantes, además de vehículos ploteados. Los opositores replican la misma parafernalia, pero a una escala bastante menor. Toda esta puesta en escena se replica a lo largo y ancho de la ciudad de Formosa.

La desigualdad de recursos es total. El PJ que lidera Gildo se presenta en estas elecciones con 64 sublemas: partidos medianos y pequeños que presentan candidatos de todo tipo en los puestos intermedios, pero que sobre todo le tributan votos al gobernador. En la planilla que tienen los presidentes de mesa para contabilizar los votos, aparecen dos páginas y media de listas oficialistas y media página de opositores. Entre los partidos que hacen de colectoras para el PJ, aparecen algunos nombres llamativos: Agrupación Vamos Juntos Compañeros, Comprometidos Cinco, G.I.L.D.O. 2023, Laburo por Mi Barrio, Techos Azules, Partido Renacer de la Tercera Edad, entre tantos otros.

Si se colocan cada una de estas boletas una al lado de la otra, suman en total 65 metros.

Todo el arco opositor, en tanto, suma 24 sublemas más. Por eso, este domingo cuando se abrieron los cuartos oscuros, había cinco meses con boletas azules, todas colectando a favor de Gildo, y una sola mesa para los votos opositores (tres listas disgregadas entre sí).

El exjuez federal Fernando Carbajal, del Frente Amplio Formoseño (la versión de Juntos por el Cambio en la provincia) asoma como el principal competidor, pero con expectativas más que moderadas.

En la carrera por la intendencia de la Capital, la disputa aparece un poco más competitiva. El actual intendente Jorge Jofré, mano derecha de Gildo, partía como favorito en las encuestas previas. Pero la opositora Gabriela Neme logró imponer el color naranja como símbolo de la alternancia, en una campaña que recibió, sobre todo, el apoyo del jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Larreta.

Neme contó que no logró conseguir alguien que en Formosa le imprimiera los votos. Por lo que fue necesario contratar una imprenta en Buenos Aires. Pero este no fue el único contratiempo: cuando el camión ingresaba en la provincia con las boletas ya impresas, fue retenido durante un buen rato, y se le labró una multa.

Neme se convirtió durante 2021 en una activa crítica de la política sanitaria y policial que Gildo impuso durante la pandemia por el coronavirus. Aún hoy, en la Capital formoseña nadie deja de hablar de lo que fueron aquellos largos meses de cautiverio, según lo definen. Las restricciones fueron totales y se extendieron durante bastantes meses más en comparación a las principales ciudades del país.

Los límites provinciales se cerraron completo y familias enteras que justo habían quedado del otro lado no pudieron ingresar. 

En octubre de 2020, Mauro Ledesma (23) murió ahogado en el río Bermejo, entre Chaco y Formosa, en medio de un intento desesperado de ingresar en la provincia para ver a su hija de 2 años.

Los centros de aislamiento para contagiados de Covid se multiplicaron en Formosa. Los enfermos eran confinados durante 15 días, algunos de ellos en hoteles cuyas puertas eran cerradas por afuera.

Los pocos comerciantes que se animaron a protestar y reclamaron para poder volver a trabajar, terminaron detenidos por la Policía, con causas judiciales en contra. Uno de los que más intentó oponerse a las restricciones, tuvo que abandonar la provincia junto a su familia, convencido de que la persecución en su contra iba a ser implacable.

No obstante, las voces críticas son minoría. Gildo gobierna desde 1995 y nada en la Constitución provincial impide que lo deje de hacer. El sábado a la noche, en una camioneta que estaría blindada, seguido por una custodia, salió a recorrer el Centro de la ciudad. Cuentan los vecinos que suele hacer estos paseos antes de recluirse en la mansión que tiene en las afuera de Formosa: una vivienda ubicada entre las oficinas de la empresa estatal de electricidad, sin vecinos cercanos.

Por ese mismo camino se puede llegar, unos cuantos kilómetros más adelante hacia barrio San Agustín, un antiguo territorio de contrabandistas que jamás pudo abandonar su destino marginal. 

De manera general, toda esta zona se puede englobar como el barrio Circuito Cinco. Allí, aparece la "otra" Formosa, lejos del prolijo y vigilado casco céntrico. "Los pobres no pueden llegar al Centro, no los dejan", repiten los vecinos que se animan a levantar alguna crítica. 

Más en los márgenes aún de Circuito Cinco, aparece Mangal, definida como el sector más caliente del contrabando en la Capital formoseña. Del otro lado del río Paraguay, asoma Alberdi, una pequeña localidad paraguaya que desde hace décadas tiene un intercambio ilegal incesante, a través de lanchas y botes, con los argentinos. Una dinámica tan clandestina como abierta. A través de riachos que se internan en el Mangal, durante las noches se descargan y despachan todo tipo de elementos.

El tráfico humano de personas que son enviadas desde Paraguay a Formosa para votar, bajo promesas de ayuda social, según se denuncia desde hace tiempo, no utiliza estas vías clandestinas. Los opositores aseguran que desde el miércoles hubo un incesante ingreso de personas por los pasos legales de Clorinda y a través de botes que llegaban al Paseo del Río, bastante más cerca del Centro. Pero tampoco levantan mucho la voz en la denuncia. "Ni les hace falta", se resignan.

Definen al Estado de Gildo como el "papá". Un Gobierno que ve y controla todo. En una provincia con escasas fábricas y una formación académica que incluye diferentes tecnicaturas, pero pocas opciones de otras carreras universitarias, la proporción de los que viven bajo el ala oficial es clara. 

Gildo siempre tuvo un talento que nadie discute: aprovecha como casi ningún gobernador del sistema de coparticipación nacional. Con estos fondos (es mucho más generoso lo que la provincia recibe en relación a lo que aporta: se estima que casi 7,5 veces más) genera todo tipo de obra pública, desde edificios estatales hasta barrios de viviendas sociales. La pobreza se observa de manera clara en los márgenes de la Capital formoseña, pero no alcanza los niveles de misera que sí se pueden advertir en grandes urbes del país como Buenos Aires, Córdoba o Rosario. La contención de la degradación social y la falta de una política de incentivo industrial y laboral generan, en la suma, un sistema del que hoy sean pocos los que se animen a saltar.