El campo se resiste a estar siempre en la mira

Julio Perotti

Otra vez un gobierno de origen kirchnerista enfrentado con el campo.

Productores autoconvocados marchan por esta horas de viernes hacia la Plaza de Mayo, en rechazo a las últimas medidas del gobierno nacional que involucran a la actividad agropecuaria.

Lo que terminó detonando la protesta fue la última suba de las retenciones al 33 por ciento de la harina y el aceite de soja.

Obviamente, los chacareros aseguran los perjudica directamente.

Si los Fernández, Alberto y Cristina, están peleados, al menos hay un hilo invisible que los une: la decisión de poner el pie sobre uno de los sectores que más riqueza aportan a la Argentina.

Un poco de historia. Debemos remontarnos a 2008, cuando la famosa resolución 125 de retenciones móviles, sacó al campo a las rutas y le generó una corriente de solidaridad en sectores urbanos de provincias productivas.

¿Quién era entonces el jefe de Gabinete de Cristina?

Alberto Fernández.

¿Y el ministro de Economía?

El hoy diputado de la oposición, Martín Lousteau.

En aquel 2018, Lousteau veía venir una crisis internacional, por lo que advirtió que había que estar preparados.

Él y otros funcionarios no tuvieron mejor idea que ir sobre las retenciones y generar un esquema móvil que favoreciera las arcas del Gobierno.

¿Cómo terminó aquel capítulo? Con el famoso “no positivo”, o sea un voto en contra, con el que el vicepresidente Julio Cobos saldó el empate en el Senado.

Las retenciones móviles no se aplicaron, pero el campo quedó para siempre en la mira del kirchnerismo.

¿Acaso el campo no debe pagar impuestos? Claro que debe hacerlo, pero la carga tributaria debe ser más equilibrada para que no retraiga la producción y sirva para ayudar a los sectores más necesitados.

Hace unas horas me llegó el libro Una vacuna contra la decadencia, obra de tres economistas, Osvaldo Giordano, ministro de Finanzas de Córdoba; Carlos Seggiaro y Jorge Colina.

Para cerrar, un párrafo que, con total claridad, explica las consecuencias de ir contra el campo:

“Cuando al productor agropecuario se le baja el precio, tiende a producir menos. Esto implica contratar menos trabajadores, comprar menos insumos e invertir menos.

Así, el país termina produciendo menos de ese bien exportable, que tiene la virtud de traer divisivas al país, esenciales para que otras industrias, que no son exportadoras puedan funcionar”.

Pero eso no le importa a los que manejan el Estado. Siempre están dispuestos a meter un poquito más la mano en el bolsillo de los que crean riqueza.

Hay razones económicas por detrás, pero también hay ideología y desconocimiento del esfuerzo de la gente del campo.