Aguantó todo, menos la tragedia
Por Adrián Simioni.
25/08/2022 | 11:53Redacción Cadena 3
Juan Schiaretti gobernó Córdoba por más de 10 años en distintos períodos. Y nadie recuerda que se haya desprendido de un ministro en medio de una crisis aguda. El caso del ministro de Salud, Diego Cardozo, que acaba de renunciar, será de ahora en más la excepción en la wikipedia de los que llevan estas cuentas.
La renuncia es, entonces, un hito. Un indicio del impacto que han tenido las muertes sospechosas de bebés en el Hospital Neonatal de Córdoba en la autoconfianza del gobierno provincial. Están conmovidos. Asustados. La consternación, la solidaridad con la tragedia, ya es un terremoto político.
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De hecho, Cardozo había surfeado varios escándalos de distinta significación. Nunca el agua había llegado al río. Ni cuando, como funcionario del anterior ministro, Francisco Fortuna, firmó un memo para prohibir a los directores de hospitales hablar con los periodistas. Ni cuando, ya como ministro -asumió en diciembre de 2019- estalló en Río Cuarto el caso del médico trucho, ni cuando se exageró en Córdoba el caso de un presunto vacunatorio VIP que la Justicia archivó, ni cuando se incendió la opinión pública porque el COE Córdoba impidió a Pablo Musse ingresar a Córdoba para despedir a Solange, su hija agonizante.
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Cardozo se va después de haber estado sentado un año y medio en la silla eléctrica que fue la pandemia del Coronavirus para cualquier ministro de salud en cualquier lugar del mundo. Nunca sabremos bien las horas que habrá dedicado, el estrés que habrá experimentado, la hipoteca de responsabilidad que habrá tenido que pagar junto a sus colegas y los enfermeros de Córdoba. En septiembre del año pasado le extirparon un nódulo del pulmón derecho.
Lo que sea, no alcanzó a compensar la tragedia del Neonatal, donde el Ministerio de Salud dejó la impresión fundada de haber reaccionado tarde y mal, en un caso en el que se duplicaron las muertes de bebés, muchos de los cuales no debieron morir, sin que sepamos hasta ahora que cuotas de indolencia burocrática, perversión individual o mala praxis profesional se mezclaron allí, en ese hospital, para darnos la mayor tristeza de los últimos años.
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