¿Es Alberto o es la economía?

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Por Julio Perotti

¿Qué cambia en el escenario político la situación de Alberto Fernández?

Poco y nada, parece, en un primer análisis de la realidad.

Veamos por qué.

Dentro del kirchnerismo. Era un paria. Nunca lo quisieron. Fue una imposición de Cristina.

Si ni ella misma se hace cargo, ahora que dice fue un mal presidente, qué pedirle a los otros cristinistas/camporistas.

Ellos usufructuaron los cargos, fueron ministros, manejaron arbitrariamente Aerolíneas, Anses, Pami, MInisterio de la Mujer, Inadi, etc, pero nunca le reconocieron nada a Alberto Fernández.

O sea, para ellos fue, como dijo Pablo Echarri, un momento en el que fingieron demencia.

Ahora, esperan las señales de Cristina. No tienen otro faro. Es, recordémoslo, la misma Cristina que designó candidato a Alberto con un tuit un sábado a la mañana.

Los que alguna vez fueron votantes del kirchnerismo nada les queda de vínculo con Cristina y menos con Alberto.

Tal vez muchos sean votantes de Milei.

Y esa es otra historia, que ya veremos.

En cualquier caso, cuánto afectaron los cuadernos de la coima, la condena a Cristina, los bolsos de López, la Rosadita de Lázaro Báez, las violaciones de Alperovich, el yate de Insaurralde, las denuncias con Fernando Espinoza. Y antes, por ejemplo, Amado Boudou, de la línea de producción de Cristina.

Muchas de estas cosas ocurrieron antes de las elecciones, pero podríamos decir con algún grado de certeza en que el peso mayor de la derrota electoral de Sergio Massa tuvo que ver con los desaguisados económicos más que con otra cosa.

Es cierto que, por las dudas, tratan de quitarse toda pelusa de la ropa con el argumento de que era una cuestión personal de la que pocos sabían.

Espera que el temporal amaine pronto, aunque no puedan decir, alegremente, que esa llovizna no los moja.

Pero siempre les quedará el recurso de acusar al periodismo de fogonear estos temas.

Salgamos del kirchnerismo y quedémonos dentro del hábitat del peronismo.

Allí hay gobernadores o partidos provinciales que tratan de mantener territorialidad y cuyos resultados nada tienen que ver con escándalos nacionales.

Todos hacen la suya. Hay peronismo en Córdoba que se quitó el ropaje de peronismo para ser cordobesismo o partido cordobés, como lo llama Martín Llaryora.

Otros gobernadores juegan en su relación con el gobierno nacional… Pero ni registran que alguna vez gobernó un tal Alberto Fernández.

Porque, ya es sabido, el peronismo te acompaña a la puerta del cementerio, pero nunca entra.

Con Alberto Fernández o sin él, el peronismo ya había dejado de ser opción de poder. Salvo, claro, que logre reconfigurarse y aparezcan nuevos emergentes, lo cual parece difícil.

Pasemos al gobierno libertario. ¿Le conviene? Sí, todo lo que quite el foco de la economía, le conviene.

Primero, le ayuda a sostener el discurso anticasta. Y, además, le permite demostrar que muchas políticas, como la defensa de género, era puro ropaje. Puro acting.

Segundo, la da oxígeno mientras sigue el ajuste.

Y este parece ser el punto central, del que hemos hablado en otras oportunidades.

La paciencia, cuánta hay para seguir enfrentando tiempo de bolsillos vacíos.

Ahora bien, mientras el peronismo, como principal fuerza opositora, siga envuelto en escándalos, podrá consolidar la masa crítica de mileistas, que sentirán que hicieron bien en correrse para la vereda libertaria.

Y eso le puede ayudar para las elecciones parlamentarias.

Pero habrá otros para quienes situaciones como la de Alberto son puro ruido, un barullo que solo sirve para distraer la atención.

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