La agroindustria dice que hay todo para ganar, pero el poncho no aparece

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Por Adrián Simioni

Cada año, en el Coloquio IDEA, los viernes por la mañana se reúnen los principales referentes de la agroindustria argentina en un desayuno que ya es tradición. 

En esta mesa se sientan los números uno de empresas clave: productores de granos, fabricantes de agroquímicos, exportadores y proveedores de insumos. 

Es un espacio de diálogo donde se analizan las perspectivas del sector que representa más del 50% del PBI del país, un motor económico que, sin embargo, no termina de despegar como podría.

Gustavo Portis es el director regional de BASF, una de las empresas de agroquímicos más importantes del mundo con fuerte presencia en Argentina, y le preguntamos qué le falta al agro para alcanzar su verdadero potencial. Su respuesta fue clara: estabilidad y previsibilidad a mediano y largo plazo. Sin estas condiciones, las inversiones necesarias para crecer se ven frenadas.

Portis destacó la necesidad de una reforma impositiva, incluyendo una revisión de las retenciones, para que los productores puedan planificar cultivos, rotaciones e inversiones que eleven la productividad. Por ejemplo, mencionó que un mayor uso de fertilizantes podría revertir la pérdida de fósforo en los suelos, aumentando rendimientos de manera significativa.

Otro punto crítico es la infraestructura. Canales para desagotar regiones inundadas, como la provincia de Buenos Aires, y mejoras en rutas para reducir los costos logísticos son demandas históricas. 

Portis subrayó que con un marco claro y previsible, el sector podría impulsar no solo la producción primaria, sino también industrias como los biocombustibles, el bioetanol y los subproductos con valor agregado para la exportación. Estas inversiones, sin embargo, requieren una visión de 5 a 10 años, ya que, como él mismo dijo, “cualquier inversión que hagamos la estamos clavando en la tierra” y necesita tiempo para dar frutos.

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La conversación también giró hacia la acción política. ¿Podría el agro argentino organizarse como en Brasil, donde existe una bancada de “agrodiputados” que defiende los intereses del sector? Portis, optimista, señaló que organizaciones como Barbechando ya están trabajando en propuestas conjuntas con legisladores. 

Sin embargo, enfatizó que el sector necesita una mayor participación desde las bases, con productores que se involucren activamente en sus comunidades para generar representatividad en el Congreso. El modelo brasileño, con legisladores del agro integrados en distintas bancadas, ha permitido que el país se consolide como líder mundial en exportación de carnes. En Chile, por su parte, la exportación de cerezas florece porque las condiciones están dadas y “nadie los molesta”.

En Argentina, en cambio, la sensación es que seguimos soñando con lo que podríamos ser. Hablamos de emular el éxito de Chile con la cereza o de Brasil con la carne, pero nos topamos con obstáculos como leyes mal diseñadas, retenciones que persisten y una falta de orden general. Incluso se mencionaron oportunidades nuevas, como el mercado de bonos de carbono, pero antes de eso, hace falta un “orden firme” que dé certezas al sector.

La frase que más resuena en estas discusiones es “previsibilidad”. Es un reclamo de siempre, no solo del agro, sino de cualquier industria que quiera planificar y crecer. Sin embargo, en Argentina, pedir orden y previsibilidad parece una tarea titánica. Como dijo alguien en el desayuno, pareciera que tenemos “un desorden en el ADN”. 

La pregunta es si el año que viene, en el mismo desayuno de IDEA, veremos avances concretos o seguiremos repitiendo las mismas ideas, esperando que el gigante del agro argentino finalmente dé el golpe sobre la mesa que todos esperamos.

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