Gabriel Deck, de jugar con un volante de tractor a la NBA

“Solo los fuertes saben esperar" es la frase que lleva tatuada Gabriel Deck en uno de sus brazos, una convicción que explica el crecimiento de un jugador nacido para ganar y llevarse los desafíos por delante, desde su primer viaje a Santiago hasta su desembarco en Oklahoma City Thunder.

Su historia comienza en Colonia Dora, un pueblito de siete mil y pico de habitantes ubicado a 150 kilómetros de Santiago del Estero. De familia humilde, “Tortuga”-como le dicen sus amigos- no tuvo una infancia fácil y entendió que para ganarse la vida había que pelearla.

El día que papá Carlos, un trabajador de la vieja guardia, decidió buscar un viejo volante de tractor para fabricar un aro, la vida de Gabriel Deck cambió para siempre.

En ese patio de tierra, sin líneas ni zona pintada, el “Changuito” aprendió a ser feliz, y junto a su hermano Joaquín empezaron a soñar que algún día podían llegar a la NBA. Es que cada vez que picaban la pelota imaginaban que esa canchita modesta se convertía en el Madison Square Garden.

Fue su profesora de educación física, Paola Aguilar, la que le vio condiciones para jugar al básquetbol. A jugar en serio, para ser profesional. A dedicarse con todo, día y noche.

Un día, mientras limpiaba un colectivo de larga distancia (uno de los trabajos del viejo), su hermano Joaquín lo increpó y lo instó a probar suerte afuera: “Nos vamos, Gaby. Así no podemos seguir. Vámonos a Santiago, a Quimsa, a probar… Vamos a intentarlo a la capital”.

Ya nada sería igual. Fue el primer gran cambio de Deck, que con 13 años emprendió una aventura hacia Santiago del Estero buscando un anhelo deportivo, pero también pensando en ayudar a su familia a juntar “el mango”.

Varias veces pensó en volverse al escuchar que su mamá lloraba porque sus dos hijos habían decidido probar suerte lejos del calor del hogar, pero la fortaleza de su hermano terminó de curtir al jugador más guapo de esta generación.

Su debut en la Liga Nacional se concretó dos años después de su llegada al club, el 15 de enero de 2010, y tan solo cinco años más tarde lograría su primer título en la competencia nacional con Quimsa, siendo la revelación.

Con el interés de varios equipos del continente, Deck no dudó y se mudó a Buenos Aires para vestir la camiseta de San Lorenzo.

Allí se llevó otras dos ligas, en 2017 y 2018, siendo seleccionado como el mejor jugador de ambos torneos. Por si fuera poco, también conquistó la Liga de las Américas y fue elegido otra vez MVP.

Su historial casi perfecto en Liga Nacional y varias actuaciones destacadas en las selecciones juveniles hacían pensar que su arribo a la NBA era cuestión de tiempo, pero luego de anotarse en el Draft de 2017, y estar cerca de firmar para San Antonio, ninguna franquicia lo eligió.

Lejos de desmotivarse, el alero aseguró esa misma noche que era un orgullo que la gente de la NBA ponga sus ojos en él y siguió trabajando, como en aquellos largos viajes al campo con papá Carlos.

Inmediatamente llegó el ofrecimiento del Real Madrid y “Tortuga” no volvió a dudar. Firmó un contrato por tres años y se convirtió en compañero de Facundo Campazzo, uno de sus mejores amigos dentro y fuera de la cancha. Con el “Merengue” acumuló tres Supercopas de España, una Liga ACB (2019) y una Copa del Rey (2020).

Ahora, con 26 años y varios títulos sobre la espalda, Gabriel Deck tendrá la oportunidad de brillar en la liga más competitiva del mundo. Como aquella vez que descubrió su potencial en la canchita que le armó su papá y competía a morir con los amigos del pueblo.

Hace un par de años confesó que, a pesar de querer jugar en la NBA, no le movía el piso. Ante la sorpresa de varios dejó en claro que prefería estar en su pueblo, con la vieja, riendo, tomando mates y recorriendo el campo con los amigos.

“Cada vez que voy, cargo energías. Si es por mí, estaría allá”, decía. Con su humildad a flor de piel, el “Tortu” podrá cerrar los ojos y sonreír. Después de 11 años vertiginosos, finalmente llegó.

Informe de Cacho Mercado e Ignacio García Iturriza