El cinismo, alimento de violentos

Julio Perotti

La denuncia de Fabiola Yáñez sirvió para mucho más que desnudar las supuestas acciones violentas de su marido y ahora expresidente, Alberto Fernández.

Si la Justicia comprueba que Fabiola dijo la verdad, quedará expuesta una cadena de cinismos pocas veces vista.

Primero, el cinismo del propio Alberto Fernández, que se jactaba de ser “el primer feminista” y de haber creado el Ministerio de la Mujer, al que dotó de millones de pesos en presupuesto para acciones que, a los fines de la defensa y de la visibilidad de los problemas de las mujeres, sirvió de poco. Pero Alberto lo hizo y se proclamaba deconstruido.

Es el mismo Alberto Fernández que, dedito índice mediante, durante la cuarentena nos amenazaba a los argentinos con meternos presos.

El mismo que ya había tenido una acción despreciable al culpar a su “querida Fabiola” de ser responsable del “error” de la fiesta de cumpleaños durante la cuarentena. Poco hombre el que no es capaz de asumir sus propios desaciertos y culpa a su mujer.

Segundo, el cinismo de movimientos feministas que callaron hasta que no les quedó alternativa, tanto en este caso como en otros.

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Tercero, el cinismo de sectores peronistas, que le dieron la espalda a Fernández cuando ya no les quedaba alternativa y el escándalo público amenazaba el prestigio, si es que algo le queda, de esas facciones…

Lo de La Cámpora es paradigmático: se solidarizó con Fabiola Yáñez, lo cual está bien, pero recién ahora se acordó de denunciar que, según ellos, Alberto Fernández ejerció violencia contra Cristina Fernández de Kirchner.

Dijo La Cámpora: "No podemos no remitirnos a la violencia ejercida por él mismo contra Cristina, así como contra mujeres de su entorno cercano a quienes responsabilizó por situaciones que se le cuestionaron públicamente a él".

¿Ahora lo dicen? Porque me parece, si no recuerdo mal, que estos muchachos son los que durante el gobierno de Alberto colonizaron distintas áreas del Gobierno, como Aerolíneas, PAMI, Anses, etc. para seguir haciendo política con la plata del Estado.

Y, finalmente, si como dice Fabiola Yáñez, estuvo encerrada en un chalet de Olivos durante largo tiempo para no mostrar los golpes, alguien debió saberlo. ¿Y no lo denunciaron?

No sólo es violencia de género golpear. También lo es saber que eso ocurre y callarlo, más allá de la voluntad de la víctima, siempre condicionada por el miedo.

El cinismo, claramente, es alimento para los violentos.