Bomba de vacío K

Julio Perotti

Wado de Pedro dice que él no va a agitar lo que llamó revuelo mediático por “una situación interna del Gobierno”, que fue su malestar, exteriorizado off the record, por no haber estado en una reunión con Lula durante la Celac.

O sea, indirectamente admite que hay una “situación interna”. Y por si hiciera falta, las réplicas de Victoria Tolosa Paz y de Aníbal Fernández confirman su existencia.

Mientras Cristina sigue en silencio, aparece su hijo, Máximo Kirchner: defiende a Wado de Pedro y cuestiona, una vez más, al presidente Alberto Fernández.

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Y, no podía faltar, Andrés “el Cuervo” Larroque, el peor lenguaraz de La Cámpora.

"Creo que hay que seguir apostando a la unidad. Me parece que no hay que confundir esta situación, que uno podría calificar de cierta ingratitud y poca inteligencia también, porque a Alberto se le dio una oportunidad muy grande y confundió cómo debía ser su vínculo con Cristina y su rol. Nosotros no podemos condenar la unidad por los equívocos que ha tenido el Presidente".

¿Qué quiere La Cámpora/cristinismo?

Es simple: acorralar a Alberto Fernández para que baje sus intenciones de ir por la reelección, como todos saben y él no dicen abiertamente.

Este martes por la tarde, Máximo Kirchner, como presidente del peronismo bonaerense, va a juntar a representantes del Frente de Todos, en una jugada que se adelanta la idea de Alberto Fernández de ser él el armador electoral para este año. Si bien Alberto es presidente del PJ nacional, es obvio que la provincia de Buenos Aires juega un papel fundamental en cualquier estrategia.

Máximo quiere sentar en la mesa al ministro de Economía Sergio Massa (Frente Renovador); al gobernador Axel Kicillof, preferido de su madre, pero no de La Cámpora; el jefe de gabinete bonaerense y líder de una parte importante de los intendentes del Conurbano, Martín Insaurralde, y el ministro del Interior Wado de Pedro.

Está claro que el camporismo/cristinismo está operando como una bomba de vacío hacia el poder de Alberto Fernández.

La disyuntiva para Alberto es tratar, a como dé, de soportar esta presión o bajarse del caballo reeleccionista y quedar definitivamente como “pato rengo”, ese estado en el que quedan los que gobiernan y ven cómo se corre el poder a medida que se acerca su fecha de caducidad.