Carta de la pelota a Lionel Messi - posdata

Juan Schulthess

Querido Leo:

¿Te acordás de la carta que te escribí? Terminaba así: “Ese 10 de julio pude, al fin, saldar mi deuda. Al fin, Leo. La carta termina acá, pero no termina. Todavía le quedan varias letras. Y quien dice letras, dice palabras. Y quien dice palabras, dice oraciones. Y quien dice oraciones, dice párrafos. Tal vez, muchos párrafos. Vos lo sabés más que nadie”.

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Fue un 11 de julio de 2021, un día después de que te pudieras sacar la espina que más te dolía, la que te hizo conocer esas perversidades de la incertidumbre de las que hablaba García Márquez y te desdibujaban la sonrisa. 

Pasó el tiempo. Pasaron cosas. Y la carta no terminó. Y hubo letras, oraciones y párrafos, muchos párrafos. Los párrafos más lindos que te puedo escribir esta noche, los que son lindos gracias a vos. Y no me equivoqué: vos lo sabías más que nadie.

¿Te diste cuenta de lo que generás? El mundo se paraliza cuando tu botín izquierdo me abraza, porque sabe que empieza la magia, tu magia, nuestra magia. Le devolviste la ilusión al pueblo, un pueblo que traspasa los límites geográficos de un territorio, un pueblo que no se limita a las personas que portan un documento. Hacés feliz a la gente. A tu gente. ¿Sabés lo que es eso?

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Roberto trabaja 12 horas por día y no llega a fin de mes. María cortó la semana pasada con el novio de toda la vida y está envuelta en un mar de lágrimas. Carlos no duerme pensando en su hijo, que se fue a probar suerte afuera para intentar gambetear la cenagosa realidad. Todos sonríen por 90 minutos cuando jugás. Sonríen con tu sonrisa. Se alegran más por vos que vos mismo y sufren más por vos que por ellos. Eso, Leo, eso es el amor. El que vos me tenés. El que ellos te tienen. El que todos te tenemos.

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Para vos, la cosa no cambió. Lo sé porque te conozco desde que eras ese chichón de suelo que despertaba el cuchicheo general en el baby fútbol de Grandoli, en tu Rosario. Y vos me trataste siempre igual. En esas canchitas de tierra y en estadios con 80 mil personas jugando un Mundial con la camiseta que más querés.

Tacho las horas para un día que, te juro, va a ser el más importante desde que existo. Y me recuesto en el verde césped, condenada a los vapores del insomnio que resucitan viejas dudas y al mismo tiempo aferrada a tu ilusión, que también es la mía, y la de la mayoría de los hombres y mujeres que dicen amarme.

También te admito que tengo un poquito de miedo. Rebobino en cámara lenta, con la lentitud como expansora de conciencia. Con creciente nostalgia del presente. Y me doy cuenta de que nos queda poco. Y de que no imagino cómo sería yo sin vos.

Ojalá ese poco no sea tan poco, pero el tiempo pasa para todos. Y también para nosotros. Y yo quiero disfrutarte al máximo. Y quiero que tengas esa felicidad que tanto deseás, que tanto deseo, que tanto deseamos. "Mereces lo que sueñas", supo decir Cerati. Y vos lo soñás. Y yo lo sueño. Y lo merecemos. 

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Vos, que entendiste que la vida a veces arranca después de morir varias veces, que cargaste la cruz más pesada, que padeciste adocenadas críticas de los que no entienden nada y nunca renunciaste a intentarlo una vez más, ahora sos otro. El mismo, pero otro. Lo veo. Te vemos.

Este domingo el mundo se va a paralizar por mí. Y por vos. Por esa inmensa mayoría de corazones latiendo en las casas, en las plazas, en los barrios, allí en cualquier rincón donde haya vida, que quieren que vos, que ya ganaste todo, puedas ganar lo único que te falta. Que es, también, lo único que me falta.

Cierro diciéndote gracias. Simplemente, gracias. Y Que sea lo que Dios quiera. Que sea lo que vos quieras. Que sea.

La pelota.