Anatomía de un escándalo

Por María Rosa Beltramo

En el umbral del fin de semana largo por la Semana Santa, el país se despertó con la noticia de que la policía buscaba a Eduardo Salvio, acusado de atropellar y abandonar en la calle a su esposa. A lo largo de la jornada, la novedad sufrió toda clase de variantes y escaló desde un simple titular impactante, a tema de debate de los panelistas vespertinos, pasando por la viralización del video en el que quedó registrado el incidente.

El conflicto entre el jugador de fútbol y la madre de sus hijos desplazó de los portales y la pantalla a todo lo demás. Ni siquiera vale la pena analizar las razones; las hay a montones y todas son atendibles. Se trata de una figura de Boca, es protagonista de violencia de género, el episodio quedó grabado y se reprodujo en las redes y por la televisión miles de veces y con las horas llegaron los abogados para alimentar la continuidad de una historia que promete nuevos capítulos.

En otro abril, pero de 2020, el jugador xeneize, Sebastián Villa fue acusado de golpear a su novia. Los responsables de prensa del club difundieron un elegante comunicado en el que se ponían a disposición de la justicia para colaborar en el esclarecimiento “en concordancia con el compromiso asumido por esta directiva en materia de Derechos Humanos y cuestiones de género”.

Para que no quedaran dudas, el documento finalizaba con una promesa. "Boca reafirma su compromiso con los valores de la igualdad y el respeto, considerando a los clubes como un actor social determinante para dar esta pelea que tenemos como sociedad para erradicar la violencia de género, en todas sus expresiones".

Entre aquel incidente y el de Salvio han transcurrido 2 años. La gente ya sabe lo que pasó. Villa estuvo apartado un tiempito del plantel profesional hasta que su inclusión se tornó imprescindible por cuestiones deportivas, lo convocaron como si no hubiera pasado nada y es, en la actualidad, figura del equipo. En medio, los abogados del colombiano llegaron a un acuerdo civil por el que tuvo que pagar una indemnización a la víctima, pero el proceso penal continúa su curso y en algún momento se realizará el juicio.

Ahora, con el tema Salvio, el comunicado de Boca es otra pieza delicada a través de la cual se ofrece asistencia a los presuntos víctima y victimario y concluye con una declaración de principios. "Sólo nos guían los valores del equilibrio, la igualdad y el respeto y entendemos que los clubes tienen un rol social determinante para dar esta pelea que tenemos como sociedad".

Las declaraciones públicas salen cada vez mejores y, además, cada uno de los que se ocupan de la información cotidiana en los clubes de fútbol insisten, en estos casos, en que esas instituciones han adecuado sus normas internas a las demandas de la sociedad y que tienen protocolos que contemplan sanciones para la violencia de género.

Está claro que todo eso es letra muerta y que, al menos en el fútbol, a la hora de los bifes lo que importa es la necesidad del club. Y esa no es sólo una realidad nacional ni de una institución en particular. El caso emblemático, a nivel mundial, es el de francés Karim Benzema, temible artillero del Real Madrid.

El delantero fue excluido de su selección luego de que lo acusaran de participar del chantaje a su compañero Mathieu Valbuena. El entrenador Didier Deschamps no tuvo dudas aunque todavía la justicia no se había pronunciado.

Casi 6 años después y a pesar de que Benzema fue hallado culpable , muchos de los que habían avalado la suspensión consideraron que no podían darse el lujo de marginar a semejante goleador. Y como hizo Boca con Villa, Francia reincorporó a un jugador que, peor aún, tenía en este último caso ,una condena firme.

Mientras la causa avanza, no se sabe si por pura ignorancia o con una gran dosis de cinismo, la tele sigue mostrando a entusiastas cronistas que aseguran que Boca es una institución modelo porque sus protocolos -”que deberían imitar el resto de los clubes”, dijo uno de ellos- son modélicos.

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