Grieta afuera y adentro

Julio Perotti

El atentado del jueves por la noche contra Cristina Fernández de Kirchner amplió, sin retorno, la grieta política, pero también tuvo impacto hacia adentro del gobierno que la vicepresidenta creó y que prohija.

Las acusaciones contra la oposición, los medios y la Justicia del presidente Alberto Fernández y luego del documento que se leyó el viernes en Plaza de Mayo, no quedaron ahí.

Se instaló la idea de poner en debate una “ley del odio”, que no es otra cosa que una mordaza a las críticas, con lo cual se silencian opositores, periodistas y medios.

Como ocurre en Venezuela, ni más ni menos, tal como lo explicó Fabio Ferrer en Cadena3.com.

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El discurso del odio no es contra cualquiera, es contra el kirchnerismo, contra el peronismo, dice Victoria Donda, a la que le pagan el sueldo para que trabaje contra la discriminación.

Si hubiese tanto odio, no se entiende, entonces, cómo es que el kirchnerismo ganó cuatro elecciones presidenciales: la de Néstor Kirchner, las dos de Cristina y la de Alberto Fernández.

En el fondo lo que están buscando es abrir el camino hacia el partido único, que siempre arranca en medidas de censura de este tipo.

Seguramente, el kirchnerismo no va a tener los votos para aprobarlo en el Congreso, pero la sola instalación de un proyecto así ya mantiene las aguas abiertas.

Además, el atentado desató una crisis interna dentro del Gobierno.

La seguridad de Cristina Fernández está en manos de la Policía Federal, que depende del ministro de Seguridad, Aníbal Fernández.

Dice este Fernández, Aníbal, que él puso la renuncia a disposición del otro Fernández, Alberto, que se la rechazó.

Si bien nada pasará si la Fernández mayor, Cristina, no activa la salida, voceros de su grupo más íntimo, como Hebe de Bonafini, ya comenzaron a limarlo fuerte.

¿Otro funcionario que no funciona?

Quizá pase algún tiempo, pero finalmente Aníbal Fernández deberá salir a buscar otro trabajo