Argentinos en los JJ.OO.: ni éxito ni fracaso; es lo que hay

Jorge Parodi

Dicen que el éxito y el fracaso son dos impostores. Términos de relativo significado según el cristal con que se mire. El criterio de análisis más simple y evidente es el estadístico, los números, aunque habrá que interpretarlos correctamente. 

Argentina terminó en el lugar 52 entre 206 delegaciones con una medalla de oro, una de plata, una de bronce y 6 diplomas. Se ubicó en la misma posición que Egipto y que Túnez. Volvió a ganar una presea dorada después de 8 años, la última había sido la de los Leones en Río de Janeiro 2016.

En Tokio, hace 3 años había logrado una de plata y dos de bronce. La media histórica de medallas argentinas en Juegos Olímpicos desde su primera participación en 1924 en París, es de 3,5 preseas. Está vez, las representaciones por equipo sólo obtuvieron el bronce de las Leonas.

El fútbol y el rugby7 (grandes candidatos al podio) tuvieron una actuación frustrante quedando afuera en cuartos de final, lo mismo que el hockey masculino de buen rendimiento.

El vóley (que ganó el bronce en Tokio) perdió todos sus partidos y lo mismo ocurrió con el handball en su cuarta participación consecutiva. En ambos casos se cierran ciclos que le dieron mucho a nuestro deporte. 

Teniendo en cuanta las expectativas y los objetivos, ¿Qué valor tiene cada medalla? La de oro de José "Maligno" Torres, en BMX Freestyle, tiene un valor excepcional: no estaba en los planes, clasificó debido a un criterio de elegibilidad, entendió que era ahora o nunca.

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Estrategia, coraje, precisión, temple. Su primera pasada condicionó a sus rivales y se subió a los más alto del podio. "El Maligno" puso en la vidriera de la gente una disciplina urbana, seguramente con un efecto multiplicador.

La medalla de plata de Majdalani y Bosco era esperable, pero para lograrla planificaron y trabajaron durante 8 años: se instalaron en Marsella 4 meses antes, se fueron a vivir a España, tenían todo estudiado. Al resto lo puso su talento y su esfuerzo.

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Las Leonas son una marca registrada, Las actuales llevan el sello y la impronta de 24 años de historia. Son potencia mundial, pero se encontraron (una vez más) en semifinales contra el mejor equipo del mundo por escándalo y se terminó el sueño del oro, aunque el bronce luce justo y necesario.

Dos datos: entrenaron en lugares indignos para una potencia con pretensiones de medalla y el otro Zoe Díaz, Raposo, Cairo, Casas, las más jóvenes aparecieron cuando el equipo las necesitó. Hay futuro.

De los diplomas y las buenas actuaciones se destaca el cuarto puesto de Agustín Vernice en canotaje, el campeón panamericano sigue creciendo.

Después de 20 años, la natación alcanzó una semifinal, el merito de Macarena Ceballos en 100 pecho. Ian Larregina semifinalista en los 200 metros llanos.

El octavo puesto de Matías del Olio en Skate, el mismo lugar para Julián Gutiérrez en tiro, el primer catamarqueño en participar en Juegos Olímpicos.

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También es destacable el 21° lugar de Florencia Borrelli en el maratón femenino.

En el casillero de las frustraciones, que algunos prefieren llamar fracasos, la lista es larga:

En el rugby 7, Los Pumas eran candidatos para todos y se fueron en cuartos; lo mismo para el fútbol que con un buen plantel no pudo armar un buen equipo; Los Gladiadores y el vóley perdieron todos los partidos que jugaron; Belén Casetta, en 3.000 con obstáculos no rindió de acuerdo a los esperado y Lucas Guzmán fue eliminado en primera ronda en taekwondo, cuando en Tokio había estado muy cerca del bronce.

Cada actuación particular tiene una historia por detrás, el común denominador en los deportes amateurs son las condiciones en las que se prepararon.

Como hemos dicho muchas veces, el deporte argentino no tiene una política de estado que lo encarrille, está desfinanciado, olvidado, desatendido, sin infraestructura y sólo se lo tiene en cuenta para que suban al balcón de la Casa Rosada cuando su talento supera las condiciones indignas con las que se los recompensa.

Cuando uno consulta en las redes, la historia se repite en cada edición de los Juegos Olímpicos.

Al mismo tiempo en que se enciende el fuego olímpico, reaparece una multitudinaria y presuntuosa logia anónima y maliciosa que podemos denominar: "Críticos de Sillón", "Haters u Odiadores Digitales", " Sofistas de bar" o "Frustrados cazadores de medallas".

Se trata de un grupo indiscriminado de opinadores vocacionales, que incluye a algunos mediáticos, que ejercen un derecho inalienable, con rango constitucional: el de hablar y escribir de lo que evidentemente ignoran. Lo hacen con pasión y convicción. Son portadores de un virus que no tiene vacuna eficaz que lo elimine: el exitismo.

Aportan el criterio o la falta del mismo que aplican implacablemente para el fútbol: ganar o morir, solo sirve el primero, ganar es todo, el que pierde no existe, el segundo es el primero de los últimos, el meme debe humillar al perdedor y estupideces por el estilo.

Bajo esos parámetros cuesta entender y explicar lo que sucede con el deporte argentino en los Juegos Olímpicos.

Concretamente el deporte olímpico es otra cosa, los parámetros para medir presunto éxito o fracaso es distinto y aunque ganar es el objetivo, no siempre ganar lo es todo.

No se trata de un simple conformismo. O de la defensa indiscriminada del deportista argentino, solo por serlo. Las circunstancias y los objetivos determinan la interpretación de resultado.

Es tan difícil valorar, sobre las horas de entrenamiento bajo condiciones paupérrimas de un nadador, de un remero, de un judoca o de cualquier deportista amateur en la Argentina.

Cómo cuantificar la cantidad de rifas, de empanadas y tortas que tienen que hacer para vender, las noches durmiendo en aeropuertos, sólo por cumplir con un sueño olímpico.

Cómo van a entender que el día les queda corto en la misión de entrenar, estudiar y/o trabajar simultáneamente.

Cómo hacerles pensar lo que ocurre todos los días con entrenadores mal pagos, clubes jaqueados sin posibilidad de sustento, federaciones olvidadas, medios de comunicación futbolizados y sponsors indiferentes.

En su momento lo dijimos claramente, la delegación argentina llegó a París 2024 sin demasiadas expectativas.

A la “ciudad Luz”, arribamos en penumbras. Sin la intención de ser negativos, muchos resultados se lograron “a pesar de” y no "gracias a".

Esto engrandece los logros y atenúa los presuntos fracasos, que no son más que frustraciones.

En la mayoría de los casos, nuestros deportistas más que los responsables, son los damnificados.

En ese contexto, los logros del deporte argentino tienen dimensión de milagro.

Es que los deportistas argentinos viven en un contexto de país que les tira de la camiseta hacia atrás. Sólo son ellos, junto a sus familias, a sus afectos, a sus clubes formadores (su segundo hogar en muchos casos) y a sus federaciones, contra todo y contra todos. Incluso contra sus propios límites deportivos. Es una lucha desigual de todo el día y de todos los días.

Claro, cada cuatro años (o tres en este caso) aparecen de la nada, los críticos de sillón, los odiadores digitales, los sofistas de bar, los panelistas sabelotodo de la televisión o los frustrados cazadores de medallas.

Estos últimos disparan y no pueden dar en el blanco, simplemente porque tienen desajustada la mira.

Los logros del deporte argentino son fruto del esfuerzo y el corazón de los deportistas, del trabajo de los dirigentes vocacionales y de las subcomisiones de los clubes y del esfuerzo de los padres. En muchos casos tienen la dimensión de milagros.

Sólo que cada vez son menos los creyentes.

Es lo que hay...