El escándalo de Alberto Fernández apenas empieza

Sergio Suppo

A fines de la década de 1990, el entonces juez Norberto Oyarbide, ya fallecido, fue filmado teniendo relaciones con un empleado de un prostíbulo clandestino en Buenos Aires, conocido como Spartacus. Este hecho no puso en tela de juicio su orientación sexual, sino su conducta como juez de la Nación, dado que se encontraba en un lugar ilegal. 

A pesar de la gravedad de la situación, Oyarbide fue salvado en un juicio político y se convirtió en un rehén político del peronismo durante mucho tiempo. Finalmente, se retiró como juez federal, dejando un legado impresentable, incluyendo su decisión de salvar al matrimonio Kirchner de un juicio por enriquecimiento ilícito.

Traigo a colación esta historia para intentar entender la complicada situación que atraviesa Alberto Fernández. En este momento, no estamos juzgando las presuntas infidelidades del presidente, sino la violencia con la que se ha relacionado con su esposa. Recientemente, se han divulgado fotos que indican que Fabiola Yáñez presenta lesiones serias, supuestamente producidas por su esposo. Actualmente, hay una causa judicial abierta que, como se mencionó, terminará en el juzgado federal de San Isidro, dado que allí se cometieron los presuntos delitos, en la jurisdicción de la residencia presidencial de Olivos.

Además, existe otra causa penal de la que el presidente ya se ha librado con una multa, relacionada con la fiesta de cumpleaños de Fabiola Yáñez durante la pandemia. En ese momento, él y su esposa celebraron rodeados de personas, a pesar de las restricciones que prohibían reuniones y la circulación de personas, salvo casos excepcionales. En medio de esta situación, han trascendido relaciones personales del presidente con varias mujeres, lo que plantea la cuestión de si estas personas podían estar legalmente en la residencia presidencial o no.

Ahora bien, es crucial abordar la cuestión política que esto implica. Los presidentes tienen la obligación del decoro, el respeto por su investidura y por las responsabilidades que conlleva su cargo. Recientemente, vimos un video en el que Alberto Fernández comparte momentos de flirteo con Tamara Petinatto en el despacho de la Casa Rosada, un lugar donde se decide el destino del país. Ignorar esto es caer en un umbral muy bajo de responsabilidad, y el presidente ha pagado un alto precio político por sus acciones. La derrota electoral del peronismo el año pasado es un reflejo del mal gobierno de Fernández y Cristina Kirchner.

Es importante señalar que Alberto Fernández es el principal responsable de este escándalo. Nadie más que él. Fabiola Yáñez, como su esposa, estaba al tanto de la situación. Además, Cristina Kirchner, la entonces vicepresidenta, se burlaba del presidente, lo que indica que había un conocimiento generalizado sobre las andanzas del presidente. En la residencia de Olivos, había funcionarios que podrían haber estado al tanto de lo que ocurría, y resulta alarmante que ningún médico atendiera alguna herida o demanda médica de Fabiola Yáñez.

La justicia ahora debe responder a estas preguntas. Si bien Alberto Fernández es el principal responsable, también hay otras responsabilidades legales y políticas que podrían recaer sobre sus compañeros de ruta. Es un panorama desdichado y triste, y lamento decir que esto apenas comienza. Las imágenes, las fotos y las declaraciones seguirán alimentando el morbo, mezclándose entre el chismorreo y las causas judiciales. Mientras tanto, todos compartimos la misma sensación de dolor y desazón, especialmente considerando que, mientras todo esto ocurría, muchos de nosotros estábamos encerrados, enfrentando el dolor de pérdidas irreparables que no pudimos despedir. Esa fue una decisión de Alberto Fernández, la misma persona que ahora se encuentra en el centro de este escándalo.