"Desde adentro", un thriller sobre la oscuridad de las buenas personas

Por María Rosa Beltramo.

Los que se han devorado de un tirón los cuatro episodios de “Desde adentro” se han quedado con ganas de seguir espiando la vida de sus protagonistas. Aunque últimamente los encargados de ofrecer reseñas suelen consignar como un mérito la brevedad, cuando el espectador encuentra una ficción atractiva lamenta que no se extienda un poco más para seguir disfrutándola.

En la serie que estrenó Netflix esta semana han coincidido un guionista como Steven Moffat (Sherlock y Dr. Who) y dos actores acostumbrados al éxito, Stanley Tucci y David Tennant. Para no dejar detalle librado al azar , la producción es de BBC One. A propósito, ¿alguien ha visto alguna vez una realización británica de mala calidad?

“Desde adentro” tiene dos nudos argumentales que apenas durante 15 o 20 minutos parecen independientes, inconexos y paralelos. Por un lado, en una prisión norteamericana camina el puñado de metros del pasillo de la muerte Jefferson Grieff (Tucci), condenado a la pena capital por el asesinato de su esposa.

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Pero no se trata de un femicida del montón; es una fuente de consulta permanente por su sagacidad para investigar toda clase de delitos desde la celda donde transcurren sus últimos días, antes de recibir la inyección letal.

El otro escenario, en Inglaterra, tiene como estrella indiscutida a un religioso, Harry Watling (Tennant), un hombre consagrado a su comunidad, que se mueve entre la casa que comparte con Mary, su esposa (Lindsey Marshal) y su hijo adolescente, Ben (Louis Oliver) y la sede del vicariato.

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Uno de los aspectos más interesantes de la creación de Moffat reside en mostrarle al espectador cómo puede obrar un hecho fortuito para modificar de una vez y para siempre una vida casi perfecta. En esta historia todo ocurre en no más de un minuto. Un joven atormentado, de apariencia enfermiza, que colabora con el pastor asistiéndolo en la iglesia, le entrega un pendrive para ocultarlo de su madre, una temible mujer que anda todo el día detrás de él y lo trata como si fuera un niño travieso.

El destino, la casualidad y el infortunio se complotan para que, cuando el vicario llega a su casa, Janice (Dolly Wells), la maestra particular de matemática de Ben, necesite copiar un archivo y el chico justo ve la memoria USB que asoma del bolsillo interior del saco.

Se lo entrega, la mujer lo conecta a su Mac y ve, horrorizada, desfilar ante sus ojos decenas de imágenes de pornografía infantil. Eso desata un infierno que nadie esperaba ver en la luminosa casa de los Watling.

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Es que Janice asume que es el adolescente el dueño de los archivos porno y cree que su deber es denunciarlo. Fuera de escena, el chico no sabe lo que se está gestando en el living, mientras el jefe de familia y prestigioso pastor de la zona, se desespera por aclarar los tantos pero sin revelar el origen de todo.

Un forcejeo termina con la mujer herida que, además, en su intento de ganar la calle, trastabilla y cae al único lugar oscuro de la casa, un sótano donde se desarrollará el resto de la historia.

Y cuando más interesado está el público en la resolución de lo que se convierte en un problema ético y moral -el hombre bueno de la historia, el encargado de transmitir la palabra de Dios tiene a una inocente mujer cautiva en el sótano- el foco de atención vuelve a la cárcel y se centra en el preso investigador que recibe la visita de Beth Davenport (Lydia West), una periodista que quiere entrevistarlo y además, comprobar sus condiciones de criminólogo e investigador.

Mérito de Moffat, que sabe como sumar factores de atracción, es la inclusión de Dillon Kempton (Atkins Estimond), otro condenado a muerte y responsable de 15 homicidios, que oficia como asistente de Grieff gracias a una memoria perfecta que le permite registrar cada detalle de los casos que someten a consideración del detenido.

Hay que decir que cuando la profesora de Matemáticas deja de dar señales de vida, la periodista que la conoció circunstancialmente, le pedirá a su entrevistado que le de elementos para encontrarla.

Para entonces lo mejor de “Desde adentro” (Inside man, en el original) reside en la transformación de los personajes. Se ve una familia perfectamente “normal” que consume horas de su existencia planteándose la eliminación de una mujer para salvar al hijo .

El personaje que interpreta David Tennant llega a preguntarle a otros de los personajes “¿me tenés miedo?...no me ofendas, soy una buena persona, un padre responsable, un religioso”. Es imposible no advertir que en mitad del primero de los cuatro episodios el público se siente más a gusto con los condenados a muerte que con el vicario.

El final llega más pronto de lo esperado y cuando el espectador se está preguntando si, en una situación parecida, podría transformarse de persona tranquila y normal en un asesino.