El dron narco

Fernando Genesir

La noticia del día gira en torno a un intento de contrabando de drogas a través de un dron en las inmediaciones del penal de Bouwer, en Córdoba. 

Este hecho ha captado la atención de los medios y se ha convertido en un tema de preocupación en el ámbito de la seguridad penitenciaria.

El dron, que quedó enganchado en los cables de alta tensión cerca de la ruta 36, transportaba un paquete que contenía 149 gramos de cocaína y 89 gramos de marihuana, según lo informado por la Fuerza Policial Antinarcotráfico. Este hallazgo no solo revela la creatividad de quienes buscan ingresar sustancias ilegales a la cárcel, sino que también plantea interrogantes sobre la efectividad de las medidas de seguridad en estos establecimientos.

No es la primera vez que se intenta utilizar drones para este propósito. En agosto, la Policía ya había secuestrado catorce celulares que fueron introducidos en el penal mediante un dron. Además, se recuerda que en otros casos se han utilizado palomas mensajeras para el contrabando de drogas, lo que demuestra que el ingenio no tiene límites.

El uso de drones se ha expandido globalmente, con aplicaciones que van desde la seguridad hasta el ataque militar. Sin embargo, en este contexto, surge la pregunta sobre la cantidad de intentos de contrabando que no se detectan. ¿Cuántos drones logran su cometido sin ser interceptados? La situación es preocupante y merece una reflexión profunda sobre la seguridad en las cárceles y las estrategias que se implementan para prevenir el ingreso de sustancias ilegales.

En definitiva, el ingenio detrás de estos intentos de contrabando pone de relieve la necesidad de reforzar las medidas de seguridad en los penales. La pregunta que queda en el aire es cuántos otros intentos no se conocen y qué se puede hacer para evitar que la creatividad de algunos se traduzca en un riesgo para la seguridad y el orden en las cárceles.