Un diccionario para Alberto

Por Adrián Simioni

El presidente Fernández tiene problemas serios con las palabras, con todo lo que sea de algún modo conceptual. La contradicción, por ejemplo, es su rasgo más clásico: lo vimos cuando empezó a decir de Cristina exactamente todo lo contrario de lo que decía hace unos años.

A veces, simplemente las ideas no le salen. En un acto Cristina Fernández le arrebató el micrófono para redondear una idea en la que Alberto se había empantanado.

Ayer hizo algo inédito. Fue a la Justicia y se impuso una pena a sí mismo. Se autocondenó para reparar un delito que antes había dicho que no era un delito, y que está referido a una fiesta por la que había culpado a su esposa, luego de haber negado que el hecho en sí hubiera existido.

Uno ya no sabe si sufre alguna condición psiquiátrica o si estamos simplemente ante un mentiroso de patitas cortísimas.

Ahora acaba de profundizar en esa senda. El presidente acaba de decir que el acto de adoctrinamiento de la profesora de La Matanza sobre el que ayer habló todo el país fue un "debate". No sólo eso. Para Alberto, la violencia verbal, la falsedad histórica y el abuso de poder que ejerció esta profesora sobre alumnos a los que les negó la palabra fue un "debate formidable". Es un diccionario rarísimo el de Fernández.

No sólo eso. Dijo el Presidente: “Es evidente que el chico tiene una idea formada que es resultado de escuchar cosas dichas, como que el peronismo gobernó los últimos 70 años, y lo repite y ella (la profesora) se exalta porque sabe cómo es la verdad”.

Otra vez palabras que no tienen nada que ver con los hechos. El chico no dijo que el peronismo gobernó 70 años. Dijo que gobernó 37, cosa que es verdadera. Y que la profesora le negó con datos falsos. No se sabe si por ignorante o por manipuladora.

Es una típica maniobra de los sofistas: alterar lo que dijo el oponente para demostrar que lo que dijo era falso. O sea, tenemos a un presidente operando para dar la idea de que el alumno es un chico al que simplemente los adultos le lavaron la cabeza para que repita datos falsos como un loro. Hay que ser mala gente.

Dijo algo más, Alberto. Dijo que estos "debates formidables" son buenos porque "abren las cabezas". Y da un poco de miedo. En el estrafalario diccionario de Alberto eso puede significar abrir cabezas con el diálogo o tal vez a abrirlas con otros instrumentos. Con un hacha, por ejemplo. Vaya uno a saber.

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