A cinco años de la última voluntad

Gabriel Rodríguez

Desde el 30 de abril de 1979, Julio Grondona propuso un modelo de gestión personalista que fue característica distintiva de su construcción como dirigente, ejerciendo un poder sin oposición sostenida en el tiempo, hasta el final de sus días.

“Sí, Don Julio” repitieron durante más de tres décadas en el Comité Ejecutivo para garantizarse una buena relación con el mandamás, cuya figura crecía de manera exponencial ya no sólo aquí pues su influencia llegaría a FIFA para ser vicepresidente.

Este 2020 se van a cumplir cinco años de su última idea, como si se hubiera tratado de su última voluntad, impulsando una nueva y profunda reestructuración, con un certamen en Primera División largo y anual, con la particularidad de la intervención de 30 equipos, diez de ellos subidos de “plumazo”, y un número inusual en el ámbito internacional. Para Grondona era la apertura ideal a un torneo más federal: “La explicación es que antes era Capital, Buenos Aires y Santa Fe; hoy juega todo el país”.

Durante 35 años, Grondona fue un asiduo transformador de los campeonatos domésticos y esas reformas facilitaron, más allá de las polémicas generadas, una mayor inclusión de los clubes del interior en el mundo afista.

A mediados de los ’80, tomó una determinación significativa: se terminaban los campeonatos Nacionales. ¿Entonces le abría las puertas grandes de AFA a los equipos del interior? Emeterio Farías, ex presidente de la Liga Cordobesa y referente del grondonismo dijo en otras palabras que sí, amparado en reglamentaciones de FIFA: “No podía suceder que un club sea seis meses profesional y seis meses amateur, pero eso no fue una decisión del fútbol argentino, sino de FIFA”.

Y apareció una categoría intermedia entre la máxima división y la tradicional Primera B, naciendo el Nacional B y cuyo primer campeón fue Armenio, pero a continuación se coronaron clubes del interior como Mandiyú, Chaco For Ever, Gimnasia de Jujuy, Huracán Corrientes, etcétera. Todos ellos se convirtieron, como consecuencia, en equipos regulares de la categoría principal de AFA. “Después de la 1.309 las ligas del interior quedaron desarmadas, entonces si un equipo llegaba a Primera y descendía, lo hacía a su liga de origen, entonces creó el Nacional B”, sostuvo Farías.

En esa misma época, Grondona les dio vida a los Torneos del Interior, de los que derivaron con el tiempo en Argentinos A, B y C (hoy torneo Federal y Torneo Regional Amateur), que sirvieron para proyectar clubes y jugadores, e incluso para darle lugar a futbolistas que se habían quedado sin lugar en inferiores de los clubes directamente afiliados a AFA.

La puesta en marcha de la Copa Argentina en noviembre de 2011 también permitió que latiera una competencia federal y aquella vez tuvo la particularidad de ver debutar a un River que estaba jugando la B Nacional.

Otro cambio paradigmático fue la adaptación al calendario europeo desde 1986, dado que hasta ese entonces se jugaba desde marzo a diciembre. Y a comienzos de la década siguiente, luego del Mundial de Italia ’90, se dividió el ciclo anual en torneos Apertura y Clausura, surgiendo los certámenes cortos.

En noviembre de 2014, cuatro meses después del fallecimiento de Grondona, los clubes estaban disconformes con un certamen de 30 equipos y se lo planteaban al presidente Luis Segura. Es que en su momento, a la hora de darle vía libre a un torneo así había un presupuesto acorde aunque se dieron cuenta que la disparidad posterior era muy grande.

En efecto sobre los 1.220 millones de pesos a repartir, la torta entre 30 se cortaba en porciones más finas y así dejaba entrever los problemas Armando Pérez, ya en julio de 2016 como normalizador.

Cinco años después del torneo de 30, el último mandamiento de Grondona, esta nueva – vieja AFA en decadencia pretende emular al “jefe” pero no le llega a los talones. Pregona un certamen con multitud de equipos, es cierto con otras prioridades pero jamás podría incluir la excelencia deportiva, ni por asomo. Claudio Tapia sabe que no se está yendo para donde va el viento: “Lo que decidamos será en conjunto con la mayoría. Hay dirigentes que a lo mejor piensan que para salir de la crisis económica, se podría jugar de tal o cual manera. ¿Estamos para el lado que va el mundo con esas decisiones? Hoy no”.

Cinco años después, hay dirigentes como Andrés Fassi que se revelan contra el poder de turno, por considerar que no son sanas las decisiones que se toman y hay otros que piensan como Fassi pero algo les comió la lengua. 

Cinco años después de la última voluntad de Grondona, un presidente de la Nación opina, critica y mueve la añeja estructura de poder de la nueva – vieja AFA. Alberto Fernández dijo lo que todos creemos que pasa en el fútbol argentino pos Grondona: no se entiende nada.

“Todo pasa”, respondía “Don Julio” para relativizar cada una de las controversias que afrontó durante su extenso período como titular afista.

La pérdida de Grondona invariablemente quedó cristalizada en el tiempo como una etapa más de avances que de retroceso, legada por un dirigente de raza que logró como nadie antes, la perdurabilidad en el poder por una excepcional cintura política.