La Argentina entera en un 0km

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Por Adrián Simioni

El comportamiento del ministro Luis "Toto" Guillermo Moreno Caputo resulta inquietante. Su reciente intervención en el sector automotriz, donde presiona a las empresas para que no aumenten los precios, recuerda a las prácticas que creíamos superadas. 

Este Gobierno, que se define como liberal y que construyó su discurso en contra de los controles de precios, parece ahora adoptar una postura contradictoria. Cuando Caputo se dirige a las automotrices, lo hace con la misma determinación que mostró hace semanas con proveedores de supermercados, buscando evitar que se trasladen los costos al consumidor.

Todo se dio luego de que la automotriz que maneja marcas como Fiat, Peugeot y Citroën planeara un aumento de precios del 3,5%. Esta información fue revelada por el periodista Horacio Alonso y, en respuesta, Caputo no dudó en advertir: "ni se les ocurra" aplicar dicho aumento.

Posteriormente, la compañía decidió no oficializar el incremento. En este mismo contexto, Volkswagen había anunciado un aumento del 3,6% que, tras la intervención del ministro, también fue revertido. 

Por su parte, Toyota oficializó un aumento más moderado, entre el 1% y el 1,5%. Ford, en cambio, se deslinda de la responsabilidad: "Nosotros no aumentamos nada", mientras que Renault permanece en silencio.

Es evidente que las automotrices están operando bajo una presión considerable. Algunas empresas habían planeado aumentos de hasta el 2,5%, pero optaron por mantener sus decisiones en secreto. La comunicación entre terminales y concesionarias se volvió cautelosa, recordando a los concesionarios que no divulguen información confidencial. 

En paralelo, el Gobierno argumenta que realizó esfuerzos significativos para facilitar la importación de autopartes, eliminando impuestos y acelerando plazos de pago, pero se enfrenta a la frustración de que las automotrices aún así decidan aumentar precios.

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Lo cierto es que la libertad de fijar precios es un principio que debería regir en cualquier economía. Sin embargo, la situación es compleja. Caputo no parece tener un plan claro para ejercer presión sobre las automotrices, y su estrategia podría incluir la ampliación del cupo de importación de autos híbridos, que actualmente se permite sin arancel. Esto podría abrir la puerta a una mayor competencia, especialmente con automotrices chinas que podrían ingresar al mercado.

En este contexto de inflación y devaluación, las ventas de autos nuevos alcanzó cifras récord. En abril, las ventas crecieron un 11% respecto a marzo y un 64% en comparación con el año pasado, alcanzando un aumento del 84% en el primer cuatrimestre. 

Sin embargo, estas cifras se dan en un contexto de precios elevados, donde el proteccionismo llevó a que los autos sean extremadamente caros en dólares. La reciente devaluación del 8% no logró traducirse en una disminución de precios, ya que las automotrices dependen de la importación de más del 50% de las partes que utilizan.

La situación es insostenible. La devaluación, que debería haber hecho que los autos sean más accesibles, resultó en aumentos de precios. La industria automotriz es un reflejo de los desafíos que enfrenta Argentina en su conjunto. 

La combinación de una industria altamente protegida y una economía que busca reactivarse presenta un problema: cómo reducir costos en dólares sin sacrificar empleos. La industria automotriz cuenta con 70.000 empleos y cualquier intento de reconversión debe ser cuidadosamente gestionado para evitar pérdidas laborales.

En este contexto, es fundamental encontrar un equilibrio. La inflación no puede seguir en aumento, y la reactivación del consumo es importante. La clave radica en cómo Argentina puede desmontar el proteccionismo de su industria automotriz, permitiendo una mayor competitividad sin poner en riesgo los empleos existentes.

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