Por Juan Schulthess y Camila Osorio
Casi como una suerte de espejo del modelo agroexportador de antaño, el fútbol argentino se caracterizó, históricamente, por la exportación de jóvenes talentos. El mercado era, principalmente, Europa. Hoy, aunque el Viejo Continente sigue siendo deportivamente lo más anhelado, se abrieron nuevas fronteras que, de la mano de frondosas billeteras, le compiten casi de igual a igual, como la MLS de Estados Unidos o Arabia Saudita.
Así, se sigue viendo cómo se sellan ventas de futbolistas que aún son casi adolescentes y que apenas tuvieron un puñado de partidos en nuestras canchas. Y, en contrapartida, aparecen los jugadores más grandes. Los “viejos”. Los que aportan fútbol y rodaje y van copando los equipos. ¿El fútbol argentino es treintañero?
Córdoba se vio signada en los últimos días por el run run creciente de dos nombres de experiencia para reforzar a Talleres y Belgrano: Rubén Botta y Matías Suárez.
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Botta tiene 33 años (cumple 34 a fines de enero) y la rompió en Colón el semestre pasado, aunque su rendimiento no le alcanzó para salvar al “Sabalero” del descenso. Zurdo, encarador, habilidoso y con gol, aparece como un buen “enroque” para reemplazar a Rodrigo Garro, que llevará su fútbol al Corinthians de Brasil.
En su extenso camino, Botta vistió diferentes camisetas. Surgió en Tigre, donde explotó, y su gran nivel lo llevó sin escalas al poderoso Inter de Italia, aunque una rotura de ligamentos le puso un freno a su ascendente carrera. Entre otros, después pasó por Chievo Verona, Pachuca y San Lorenzo, hasta demostrar en Colón que la edad no era un peso para su talento. Y en Talleres, que contrató a pocos “+ 30” en la era Fassi, se piensa lo mismo.
Matías Suárez, en la otra vereda, es un viejo conocido en Córdoba. Se formó en Unión San Vicente e inició su carrera en Belgrano. Allí, rápidamente se destacó a fuerza de goles, gambetas y su chispa de crack. Sus grandes cualidades técnicas lo llevaron a cruzar el charco y pasó al Anderlecht de Bélgica, donde también la descosió, a tal punto que llegó a ganarle la Bota de Oro belga, que premia al mejor jugador del año, al mismísimo Thibaut Courtois, hoy arquero del Real Madrid.
Posteriormente vino su esperado y aclamado regreso a Belgrano, y, luego, una salida intempestiva al River de Gallardo que generó un quiebre con la hinchada. Tras cinco años en el “Millo”, el técnico “pirata”, Guillermo Farré, pidió por él. Y, entre medio de aguas algo turbulentas, se le abrieron, a los 35 años, las puertas de su primer amor. ¿Volverá el romance con los piratas?
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El otro cordobés de Primera también tuvo un “amor de verano” (que duró un año) con otro treintañero, que sorprendió a propios y extraños: Adrián Martínez. Desde que llegó a Instituto, “Maravilla” se cansó de hacer goles y encendió la ilusión en el pueblo glorioso. Sin embargo, su elevado rendimiento llevó a pensar en que su salida era factible. Y, finalmente, Racing se llevó los gritos del delantero, de 31 años, a Avellaneda.
La salida de Martínez dejó un hueco en “La Gloria” que rápidamente se cubrió con uno de los movimientos más fuertes del mercado de pases: el esperado retorno de Silvio Romero. A los 35 años, “El Chino” sintió que era el momento de volver a su primer amor. Tras una extensa carrera, donde militó, entre otros, en Lanús, Independiente, América de México y Fortaleza de Brasil, Instituto vuelve a soñar con la potencia goleadora de un hijo de la casa.
Otro que vuelve a un equipo rojo y blanco a bastones verticales, en otro movimiento muy fuerte del mercado, es Enzo Pérez. Líder, símbolo y emblema indiscutido del River campeón de todo de Gallardo, el ocaso de diciembre del 2023 determinó el fin de su ciclo con “La Banda”.
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El volante mendocino, de 37 años, decidió llevar su fútbol y entrega a otro lugar en el que supo brillar, y que lo recibió con los brazos abiertos: Estudiantes de La Plata. Con una salida del “Millo” que sembró algunas dudas por supuestas internas, Enzo vuelve a un club en el que es amado, ya que supo alcanzar la gloria en la Libertadores 2009 con el recordado “Pincha” de Sabella. En el ocaso de su carrera, tendrá su tercera etapa en “El León”, donde volverá a jugar la cita continental. E irá, fiel a su historia, por todo.
En la vereda del frente, un Boca en reconstrucción comenzó a poner el pie del acelerador en la pretemporada con otro refuerzo treintañero: Cristian Lema. Con 33 “pirulos”, el férreo defensor central, de último paso por Lanús y ex Belgrano y Newell’s, tiene uno de los mayores desafíos como futbolista en la zaga azul y oro.
También podrían citarse otros nombres, como Pablo Pérez, que a sus 38 años acordó con Sarmiento de Junín; Brahian Alemán, de 34, que arregló su salida del fútbol de Arabia Saudita para firmar en Tigre, o Miguel Torrén, de 35, que deja un extenso ciclo en Argentinos Juniors para pasar a Unión.
A dos semanas del inicio del torneo, la radiografía del deporte rey en el país parece indicar un diagnóstico más o menos claro: las jóvenes promesas se van en forma precoz y es muy difícil repatriarlas antes de los 30. En contrapartida, se quedan (o vuelven) los más veteranos, guerreros de mil batallas que siguen defendiendo los colores que visten las camisetas de nuestra tierra. El fútbol argentino parece, cada vez más, ser de los treintañeros.
