Su hijo tenía una rara enfermedad y ella encontró una cura con erizos de mar

1. Audio. Una mamá cientíifica creó un suplemento que salvó la vida de su hijo

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En la Patagonia argentina, donde el viento y el mar marcan el ritmo de vida, la bióloga Tamara Rubilar encontró no solo su vocación científica, sino también la respuesta a un problema de salud que afectaba a su propia familia. Investigadora del CONICET y vicedirectora del Centro para el Estudio de Sistemas Marinos, Rubilar lidera hoy la primera empresa de base tecnológica acuícola del sur argentino. Pero su historia comenzó con un desafío personal.

“Mi hijo nació con una enfermedad autoinmune que le generaba defensas muy bajas y múltiples alergias alimentarias. El tratamiento tradicional era corticoides a largo plazo y, como mamá y científica, me asusté por los efectos que eso podía tener en un niño de menos de un año y medio”, relató Rubilar en diálogo con Cadena 3.

La búsqueda de alternativas la llevó a revisar investigaciones en todo el mundo. Un colega brasileño le envió un paper ruso sobre la equinocroma A, una molécula natural con propiedades antioxidantes e inmunomoduladoras. “La vida me llevó por este camino: mi mamá habla ruso y pudo traducirme ese trabajo. Cuando leímos que la molécula provenía de erizos de mar, no lo podía creer: nosotros cultivábamos erizos en el laboratorio”, recordó.

La ciencia y las casualidades se unieron de forma sorprendente. Su marido, buzo profesional, recolectó erizos en la costa patagónica; Rubilar hizo los primeros extractos en su propia casa y los envió a un laboratorio en Siberia. “Nos confirmaron que nuestros erizos tenían mucha equinocroma A y de muy alta calidad. Primero los probó mi marido, después yo, y finalmente mi hijo. Al año, pudimos sacarle los corticoides”, contó emocionada.

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Lejos de quedarse en un uso familiar, Rubilar decidió que ese hallazgo debía llegar a más personas. Con un equipo multidisciplinario, desarrollaron biotecnología para cultivar erizos sin depredar el ambiente, técnicas de extracción ecológicas y un suplemento soluble aprobado por la ANMAT. “La ciencia no se hace sola, necesita comunidad e inversión.

Hoy, la empresa Erisea produce bajo la marca Promarine suplementos antioxidantes marinos certificados, disponibles en farmacias y online. “Somos una empresa de base tecnológica del CONICET, por lo que parte de lo que generamos vuelve al sistema científico. Nuestro objetivo es llegar a lugares donde no hay soluciones reales, trabajando junto a hospitales públicos”, afirmó.

Años de investigación, el apoyo de instituciones y una serie de coincidencias familiares –desde la formación científica de Tamara, el origen ruso de su madre, hasta la profesión de su esposo– dieron forma a un desarrollo que nació por amor de madre y se transformó en innovación argentina. “Esto demuestra que la ciencia puede tener un impacto real en la sociedad y que, incluso en momentos difíciles, puede abrir caminos impensados”, concluyó.

Entrevista de Fernando Genesir

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