Raphael Varane, en el camino de las leyendas del Real Madrid

Raúl Monti

Poco a poco, la ciudad de Madrid vuelve a la normalidad tras superar lo peor de la pandemia de coronavirus, que le costó la vida a miles de personas. La gente sale a las calles, los chicos juegan en las plazas y el club más importante de la capital española retomó los entrenamientos.

La maquinaria del Real Madrid se puso en marcha después de dos largos meses de espera e incertidumbre. El plantel “Merengue” trabaja incansablemente para recuperar su mejor forma antes de la reanudación del campeonato, y los jugadores saben que en la “Casa Blanca” no hay lugar para las excusas. Raphael Varane dejó bien claro cual es el objetivo del equipo: como lo marca su historia, Madrid solo piensa en ganar, ganar y ganar.

El defensor francés se convirtió en un referente indiscutido de la institución gracias a una trayectoria descomunal: dio 17 vueltas olímpicas en 9 temporadas como madridista y fue campeón del mundo con Francia. Con apenas 27 años, Varane tiene la experiencia de un veterano, es el capitán de su selección y va rumbo a convertirse en una leyenda del Real Madrid.

Todo pasó muy rápido en su vida. Raphael Xavier Varane nació en la ciudad de Lille, en la primavera francesa de 1993. Cuando era chico lo anotaron en un club de rugby, pero su afición por la ovalada duró poco y acabó imponiéndose la tradición de la familia. Su papá era un futbolista amateur y él quería seguir sus pasos.

Se formó en las inferiores del Racing de Lens y se destacó desde muy temprano por su contextura física y capacidad técnica con la pelota en los pies, poco habitual en defensores de su edad. Se acostumbró a jugar contra rivales mayores y evolucionó mucho en poco tiempo, por lo que el técnico de la primera lo subió al plantel profesional con 17 años.

Varane sintió que su vida se puso patas para arriba en el 2011, el año de su debut. El defensor recuerda con cariño que tuvo que aprender a ser un profesional mientras intentaba terminar la escuela y todavía era un adolescente. Como un condimento extra, el Lens peleaba por escaparse del descenso, por lo que su cabeza estaba hecha un lío.

Una tarde estaba en su casa, preparándose para rendir unos exámenes, cuando recibió una llamada en su teléfono, como era habitual en esas semanas estresantes. Raphael dejó los apuntes y atendió de mala gana, pero su expresión cambió por completo cuando reconoció la voz del otro lado de la línea: lo llamaba el mismísimo Zinedine Zidane.

Varane había escuchado los rumores que lo ponían en la órbita del Real Madrid y sabía que Zidane era quien lo había recomendado, pero no se esperaba que el ídolo de su infancia lo llamara a su casa para conversar. En ese momento, su costado inexperto le ganó al profesional y se puso muy nervioso, le dijo a “Zizou” que no podía hablar porque estaba estudiando y le cortó de repente.

Por suerte para él, todo quedó en una anécdota. El Lens descendió al final de la temporada y cuando volvieron a llamarlo desde España, pudo reaccionar como quería. Lleno de ilusión y sin dimensionar lo que estaba por vivir, se despidió de su casa familiar para sumarse a uno de los clubes más grandes del mundo.

Real Madrid era un escenario tan soñado como intimidante para un futbolista tan joven. Cuando llegó al vestuario y se encontró con estrellas como Iker Casillas, Sergio Ramos y Cristiano Ronaldo entendió que ya no estaba en Francia, y que todo iba a ser más difícil de allí en adelante. Hizo un gol en su primer partido y se ganó un aliado de fierro en su aventura, José Mourinho.

El técnico portugués sintió debilidad por Varane desde su llegada a la institución y le dio muchísimas oportunidades. Lo convirtió en uno de los debutantes más jóvenes en la historia de la Champions League y lo defendió públicamente en repetidas ocasiones, aún cuando eso implicaba criticar abiertamente a otros referentes del plantel.

Siempre fue el “protegido” del entrenador, pero se ganó el respeto de propios y extraños en el 2013, en una serie de Copa del Rey contra Barcelona. Hizo un gol en el partido de ida, otro en la vuelta, brilló en el juego defensivo y le probó a sus detractores que tenía lo necesario para lucirse por sus propios medios.

Cuando Mourinho se fue de Madrid, Varane era un jugador muy distinto al que había llegado desde Lens un par de temporadas atrás. Era un futbolista mucho más maduro, sumó sus primeros minutos en la selección y el nuevo técnico, Carlo Ancelotti, lo veía como una pieza fundamental para su proyecto.

Se ganó un puesto como titular en la zaga central del equipo y se complementó a la perfección con Sergio Ramos, mítico capitán “Merengue”. Real Madrid hizo una temporada espectacular de la mano de Ancelotti y la coronó en la recordada final contra el Atlético Madrid de Simeone, cuando conquistó la décima Champions League de su historia.

Varane tenía 20 años y había celebrado varios campeonatos, pero su nivel de exposición hizo imposible que se escapara de las críticas. Se quedó afuera del Mundial de Brasil 2014 en cuartos de final, no pudo jugar la Eurocopa 2016 que se disputó en Francia por estar lesionado y sufrió un fuerte bajón en su juego.

Un par de errores en el Bernabéu fueron más que suficiente para que los medios lo destrozaran y cuestionaran su titularidad. Las virtudes de Varane, que tanto habían elogiado en los últimos años, parecían no valer nada. El francés se destacaba por su capacidad técnica, pero ahora le reclamaban actitud y “sangre caliente”.

Su velocidad y sentido de ubicación hacían que no necesitara recurrir a patadas o golpes arteros, pero no eran pocos quienes lo calificaban como un jugador “blando” puesto al lado de centrales como Ramos o Pepe. Harto de las comparaciones y las críticas, estaba decidido a abandonar España cuando un viejo conocido volvió a aparecer en su camino.

Zinedine Zidane, el gran responsable de su llegada al club, asumió la dirección técnica del primer equipo en el 2016. Cuando se encontraron, saludó a Raphael con un caluroso abrazo, se rieron juntos de aquel fallido llamado telefónico en sus épocas de estudiante, y pusieron manos a la obra.

Las críticas contra Varane se calmaron cuando ganó la Champions en el 2016, desaparecieron por completo con el bicampeonato obtenido en 2017 y se transformaron definitivamente en aplausos cuando consiguió su tercera Orejona al hilo, en 2018. El francés cerró cualquier discusión sobre su rendimiento con la herramienta más apreciada en Madrid, las victorias, y estaba por sumar a sus vitrinas la única copa que le faltaba.

Francia se presentó en el Mundial de Rusia con un plantel fenomenal, con figuras como Lloris, Griezmann, Mbappé y Pogba. El técnico del equipo, Didier Deschamps, alcanzó el equilibrio justo entre la experiencia y la juventud, y el conjunto galo realizó una gran campaña.

Tras dejar afuera a la Argentina de Messi y compañía, Varane se anotó en el marcador en cuartos de final con un preciso cabezazo contra Uruguay. El equipo derrotó a Bélgica en semifinales y la humilde selección de Croacia no pudo dar la sorpresa en la definición: Francia conquistó sin mayores sobresaltos su segunda Copa del Mundo.

Llegó a ser considerado uno de los mejores defensores centrales del siglo XXI, y ya nadie se atreve a discutirlo. Aprendió a declarar y a moverse con más comodidad en el “mundo Madrid” y los hinchas lo elevaron a la categoría de ídolo.

Tiene solo 27 años, pero ya es una voz autorizada dentro y fuera del Santiago Bernabéu, y se probó la cinta de capitán en varias oportunidades. El francés habla, vive y siente como madridista, y ansía más que nadie volver a jugar y pelear títulos. Ganó todo lo que podía ganar, pero aún tiene hambre de gloria: Raphael Varane sabe que transita el camino de las leyendas en el Real Madrid.