El país delirante que subsidia a los vecinos

Adrián Simioni

Argentina arrastra desde hace décadas un grave complejo de rico. Los extranjeros, aún sin residir en el país, pueden hacerse cirugías gratis en hospitales públicos o cobrar asignaciones, pensiones y otros subsidios. Con apenas un par de trámites pueden cursar carreras universitarias por las que en sus países deberían pagar decenas de miles de dólares. La lista es larga. No hay país en el mundo que sea tan mano suelta.

Se ve que no nos parece suficiente. Hemos sumado una nueva: justo cuando los precios mundiales de la energía son los más altos de la historia por la invasión rusa a Ucrania, Argentina se pone a subsidiar la nafta y el gasoil de amplias zonas de frontera con Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay. Total acá sobra.

Por supuesto, como siempre, no es una decisión política consciente. No es porque hayamos decidido acudir en auxilio humanitario con nuestros vecinos. Es simplemente un efecto no buscado de nuestras pésimas políticas ejecutadas a la marchanta por burócratas ineptos que siguen órdenes de políticos del despilfarro.

En este caso, hemos dejado pasar ya tantos años sin reconocer el precio real de la energía que todo el mercado está hiperdistorsionado. De entrada, tantos años de gas casi gratis hizo que consumamos cada vez más pero sin producir más y sin tener caños para transportarlo. Así que, como el gas no alcanza, para generar electricidad hemos tenido que empezar a usar gasoil.

Pero tampoco producimos más gasoil. Producimos lo mismo que en 2010, antes de que Cristina estatizara YPF. Pero no somos 40 millones de habitantes, sino 47. Por lo tanto, hay que importar cada vez más gasoil a precios que son los más altos de la historia. Pero el gobierno también ha intentado mantener un precio de ficción: obliga a venderlo muy por debajo de su costo. Una de las consecuencia es que los vecinos de todos los países cargan en la Argentina y hay un tráfico imparable de camiones cisterna. Según YPF, en las fronteras la demanda de gasoil aumentó 30%. Y por eso ahora vamos a poner a la Gendarmería a controlar a quienes trafican. Suerte con eso.

En los países vecinos, todos los gobiernos les dicen la verdad a sus votantes. Entre otras cosas, cuánto cuesta el gasoil. Y a ninguno se les cayó el mundo. Acá no. Acá, en el país más delirante del mundo insistimos en vivir en una realidad paralelo, donde la energía es tan barata que podemos regalársela a los vecinos.