El irreparable daño del engaño presidencial

Sergio Suppo

Aquella decisión de Alberto Fernández de disponer un encierro de toda la población y amenazar con sanciones graves acaba de chocar contra una mentira. Es el doloroso engaño de comprobar, 13 meses después, que el Presidente no respetó las medidas que le impuso al país durante la pandemia.

Es el amargo trago de la mentira descubierta y del efecto retardado que provoca lo que sacude de indignación a la Argentina.

No fue solo el cumpleaños de Fabiola Yáñez celebrado contra las normas fijadas por su pareja, el Presidente. También es doloroso comprobar que hubo más mentiras e intentos de encubrimiento del engaño original. Si hasta utilizaron a la agencia estatal de noticias Télam para contar que Yáñez había celebrado su cumpleaños en la intimidad y “con barbijo”.

La foto y el escándalo vienen precedidos por una noticia que hace 15 días forma parte de la agenda política del país: las listas de visitas a la residencia presidencial de Olivos.

Como sabemos, la Quinta de Olivos, como la Casa Rosada, son lugares públicos y el registro de visitas, por lo tanto, es de dominio público. Cuando alguien se tomó el trabajo de observar que había gente que entraba y salía en horas que no eran habituales para el trabajo empezó a descubrirse cosas extrañas.

Así es como que la primera dama tiene una señora asesora cuyo único antecedente era haber posado desnuda en alguna revista. Y además conocimos al novio taiwanés de la asesora, un señor empresario hasta ahora desconocido que, de casualidad, resultó también un contratista del Estado.

¿Sospechaban que el presidente mentía? Bueno, ahora, con la foto del cumpleaños de Fabiola en medio de la cuarentena estricta, pudieron confirmarlo.

Más allá de la sospecha, hay ahora una corroboración cruel.

La mentira en sí misma desnuda una conducta, obviamente. Pero por sobre todo abre un abismo entre quien desde el poder pidió y pide esfuerzos descomunales y al mismo tiempo se exhibe a sí mismo sin hacer el más mínimo esfuerzo.

Habrá, por lo tanto, consecuencias políticas. Esas derivaciones empiezan por dañar las futuras palabras y acciones que el Presidente diga y adopte. Será ahora cada vez más difícil saber que Alberto Fernández nos dice la verdad o nos vuelve a engañar. Con o sin foto.