"La diplomática", una atractiva mezcla de conflictos internacionales y romance

Por María Rosa Beltramo.

Si hubiera que decidir sentarse a mirar “La diplomática” por una sola imagen, convendría avanzar hasta el episodio en el que la protagonista camina junto a su marido por el interminable parque de una mansión, estalla el conflicto entre ambos como una tormenta de verano y ella sin decir agua va le suelta un derechazo que lo manda al piso por toda la cuenta.

La pelea entre Kate (Keri Rusell) y Hal (Rufus Sewell) es un inesperado apunte en un relato que hasta ese momento tiene como ingrediente principal un tema de política internacional, donde dos potencias están a punto de ordenar un ataque conjunto a blancos iraníes que uno de los protagonistas debe evitar a toda costa.

La creación de Débora Cahn para Netflix sigue a Kate, una experta en política internacional que está a punto de viajar a Kabul pero sorpresivamente es designada embajadora de los Estados Unidos en Londres, cargo que le tiran por la cabeza en el momento preciso en que se avecina una crisis porque un par de explosiones en una portaaviones británico han dejado 41 víctimas y el primer ministro urge el apoyo de Washington para emprender rápidas acciones punitivas.

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Como en toda narración que vale la pena seguir, el conflicto está condimentado con la particular relación que une a la embajadora y a su marido, también diplomático, dos que parecen entenderse a la perfección, respetarse y ser capaces de mantener encendidos encuentros sexuales y al momento siguiente discuten detalles de su inminente divorcio porque, dicen, ya no se toleran.

La disputa en el parque no sólo está bien filmada; sirve también para hacer más atractiva la continuidad porque la interrumpe un guardia de seguridad que le dice a la “señora” embajadora que el presidente, el de Estados Unidos de visita en Inglaterra, la necesita en los próximos cinco minutos.

Michael McKean (el hermano del protagonista en Better Call Saul) interpreta a un jefe de Estado que a veces hace recordar a Biden y que debe darle instrucciones a su representante,  que aparece con la cara sucia por el reciente enfrentamiento marital, el vestido arrugado y briznas de pasto en el pelo.

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Por supuesto, semejante apariencia no logra ocultar, sin embargo, una personalidad brillante y una mente que parece formada para la política exterior y que deberá ingeniárselas para tratar de evitar que Washington y Londres ejecuten un raid ejemplarizador en territorio de un país que, según la información que ella maneja, no tuvo nada que ver en el ataque al portaaviones británico.

Pero “La diplomática” tiene además mucha  tensión sexual  entre la embajadora y el encargado de la cancillería, Austin Dennison (David Gyasi), la relación siempre atractiva entre Kate y Hal y el suspenso propio de  inminentes acciones militares de consecuencias imprevisibles.

Hay también una secuencia que recuerda el baile de la Cenicienta, un recurso infalible siempre y para cualquier género. Después de mostrar que la embajadora sólo piensa en lo importante e ignora todos los  consejos sobre su atuendo, se las ingenian para justificar que aparezca como una princesa en lo alto de una escalera y que descienda escalón por escalón como dispuesta a seducir a todo lo que se le cruza, incluido Dennison, el candidato a enamorado que, sin embargo, deberá esperar por el momento adecuado.

Como todas las historias bien pensadas, la narración termina arriba, con un episodio disruptivo que genera media docena de interrogantes que sólo podrán ser develados con una próxima temporada.

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