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Un trasplante de corazón que coincidió con el nacimiento de su primer hijo

Cristian Goya, médico y trasplantado, compartió su experiencia de vida tras un doble trasplante de corazón y médula ósea. Su historia inspira a valorar cada momento y resalta la importancia de la donación de órganos.

18/09/2025 | 14:16Redacción Cadena 3

FOTO: Un doble trasplante le permitió conocer a su hijo y vivir con intensidad

  1. Audio. Un trasplante de corazón que coincidió con el nacimiento de su primer hijo

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Hace más de 20 años, Cristian Goya enfrentó lo que muchos describirían como una sentencia: a los 35 años, su corazón comenzaba a fallar por una amiloidosis cardíaca poco frecuente. La única salida era un trasplante de corazón y, posteriormente, un autotrasplante de médula ósea. Lo que parecía un experimento médico se convirtió en la segunda oportunidad que le permitiría vivir con intensidad.

“Fue un doble trasplante. Primero el corazón en 2008 y después la médula en 2009. Era algo experimental, pero tuve la suerte de que todo funcionara y a partir de ahí empecé a disfrutar distinto de la vida”, recuerda Cristian, médico ginecólogo y obstetra en Coronel Suárez, con una voz que mezcla emoción y gratitud.

Cristian y su esposa, en Dresden, Alemania donde obtuvo medalla de oro en tenis

La espera por un órgano es angustiante. “La lista de espera es larga, es eterna, el tiempo no pasa nunca. Entender que estás más cerca del trasplante porque estás más grave es duro, porque te quedan menos fichas para jugar”, confiesa. Ser médico en esa situación no ayudó: “No ayuda mucho porque entendés todo el juego, pero es lo que nos tocó afrontar”.

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Cristian habla desde la experiencia y también desde la empatía. “El otro día fui a un control y había una señora con su esposo en quirófano para un trasplante. Le dije: ‘Cuando más oscura está la noche, menos falta para el amanecer’. Paciencia, fe y esperanza son claves”, asegura. Hoy, además, da charlas para concientizar sobre la importancia de la donación de órganos y recientemente salió medalla de oro en el Mundial de personas Trasplantadas que se celebró en Alemania.

Su historia combina milagros médicos con milagros personales. En 2008, mientras se preparaba para su trasplante, nació su primer hijo. “Fue un año bisagra. Yo estaba internado, y mi esposa en trabajo de parto en el mismo hospital. Terminé yendo en silla de ruedas para acompañarla y poder ver nacer a mi hijo. Yo lo único que quería era verlo crecer dos o tres años, y la vida me dio mucho más”, recuerda con emoción.

Cristian en el mundial de trasplantados que se llevó a cabo este año en Dresden, Alemania

Para Cristian, el trasplante no solo fue un acto médico, sino un puente hacia una vida plena. “Entender que somos finitos te hace valorar cada detalle. Cambié mis horarios, quise estar presente, disfrutar de un asado, de mates con amigos, de ir a jugar al tenis. Las pequeñas cosas son las grandes cosas”, dice, con una sonrisa que refleja la intensidad de su día a día.

Su mensaje es claro y generoso: “No perder las esperanzas, creer en algo más allá. Estas almas caritativas que son los donantes nos dan la posibilidad de seguir. En mi caso, gracias a alguien que ya no está, pude ver crecer a mi hijo, seguir trabajando y ayudar a mujeres a tener sus bebés. Hay que aprovechar la segunda oportunidad”.

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Hoy, Cristian también educa sobre la donación de órganos y la ley Justina, que establece a todos los mayores de 18 años como presuntos donantes salvo que expresen lo contrario. “Es importante hablar de esto antes, en el día a día, para que la decisión no caiga sobre los familiares en un momento de dolor”, aconseja.

Su historia combina ciencia, emoción y humanidad. Un corazón nuevo, una médula ósea que le devolvió la vida y un hijo que lo acompañó en su renacimiento. “Vivamos el día a día, pero vivámoslo intensamente”, concluye. Y sus palabras dejan un eco que trasciende la medicina: la vida, cuando se le da una segunda oportunidad, se siente más valiosa, más intensa y más plena.

Cristian y su familia en su primer mundial de personas trasplantadas

Donación de Órganos en Argentina

La Ley Justina (Nº 27.447) de trasplantes en Argentina establece que toda persona mayor de 18 años es donante de órganos, tejidos y células por defecto, a menos que haya manifestado explícitamente en vida su negativa a serlo. Esta ley, promulgada en 2018, cambió el paradigma de la donación, pasando de un sistema donde la familia decidía a uno donde se presume la voluntad del fallecido, y su aprobación fue impulsada por el caso de Justina Lo Cane, una niña que murió esperando un trasplante. 

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