Bullying en neurodivergentes: una realidad ignorada en las escuelas
Iris Demarchi, especialista en TEA, alerta sobre el acoso que sufren niños y adolescentes con autismo y otras neurodivergencias. La invisibilización y la falta de capacitación agravan esta situación crítica en las escuelas.
23/07/2025 | 08:49Redacción Cadena 3
“Todo aquello de lo que no se habla, no existe”, sostiene Iris Demarchi, licenciada en Gestión de la Educación Especial y especialista en TEA. Y por eso, insiste en la necesidad de poner sobre la mesa un tema urgente: el acoso escolar hacia niños, niñas y adolescentes con neurodivergencias o diagnósticos específicos, como el autismo.
El bullying en estos casos suele ser más silencioso, menos detectado, y profundamente dañino. Según estadísticas recientes de la Comisión de Acoso Escolar (CAE), el 50% de los estudiantes con autismo ha sido víctima de acoso, y más del 33% no logra identificarlo como tal. “No lo pueden poner en palabras, pero lo sienten. Se angustian, se desregulan, y terminan siendo etiquetados como ‘niños problema’”, explica Demarchi.
La profesional señala que muchas veces, estas infancias tienen dificultades para leer las emociones del otro, comprender metáforas, sarcasmos o dobles sentidos. Esa desconexión con el código social dominante los vuelve blancos fáciles. “Hay chicos que no entienden una burla y la interpretan como un gesto de amistad. Como el caso de un niño que se bajó los pantalones frente a todos para ser aceptado por sus compañeros”, cuenta Demarchi.
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Pero lo más preocupante, advierte, es la invisibilización: “Cuando el diagnóstico no es evidente, como en muchos casos de autismo, TDAH o TOC, el entorno no percibe la diferencia, hasta que el niño responde de un modo ‘extraño’, tarda en contestar o no capta un chiste. Ahí se vuelve vulnerable”.
Además, la situación se agrava con el retroceso institucional. El reciente decreto que eliminó la obligatoriedad de capacitar sobre convivencia y acoso en las escuelas fue, según Demarchi, “un paso atrás que deja aún más expuestos a los sectores más vulnerables”.
Frente a esto, llama a una responsabilidad colectiva: “No importa si es obligatorio por ley o no. En un proyecto educativo, en una escuela, en un club, esto se tiene que hablar. El espacio al que asiste un niño debe ser un lugar seguro, libre de prejuicios, donde pueda ser quien es”.
Y enfatiza que el bullying no solo involucra a víctima y victimario, sino también a los testigos que, por miedo o naturalización, callan. “La broma deja de serlo cuando uno no se ríe. Y no, no son cosas de chicos”, sentencia.
Desde el hogar, también hay herramientas: enseñar lo que es una mentira, una burla, una palabra hiriente. Nombrarlas, reconocerlas, clasificarlas. “Aunque parezca increíble, hay que enseñar lo que otros aprenden con la vida: leer gestos, tonos de voz, metáforas. Porque eso los ayuda a defenderse, a entender, a pertenecer”, concluye.
Y deja una frase para recordar: “Todos tenemos derecho a ser amados en nuestra diversidad”. Porque convivir no es solo aceptar, es también respetar, proteger y abrazar las diferencias.




