Una falsa embarazada, el señuelo para robar y matar a un conductor en Córdoba

Por Juan Federico

Un viaje de apuro a la Maternidad Provincial. Cuando Rafael Hernán Severini (54) vio el mensaje en la aplicación de viajes con la que trabajaba, evitó hacer caso a sus prejuicios y encaró en su auto rumbo a La Carbonada, al sudeste de la ciudad de Córdoba. 

Aquel sábado 3 de este mes, el hombre dejó atrás su barrio, Pueyrredón, serpenteó los márgenes de Yapeyú y anduvo algunos kilómetros más, hasta que llegó al lugar que el GPS le señalaba. Allí, cuando ya empezaba a oscurecer, una jovencita parada le hizo señas. Cuando disminuyó la velocidad, Severini ya no tuvo tiempo a nada. De entre las sombras, aparecieron al menos dos jóvenes que se abalanzaron sobre la puerta delantera izquierda de su Volkswagen Gol.

Severini intentó resistir el robo, hasta que una detonación lo inmovilizó. Los delincuentes lo arrojaron afuera del auto, se subieron y aceleraron para escapar.

La víctima quedó a merced de la intemperie más pura de la inseguridad en Córdoba. Desesperado, se quitó el pantalón y advirtió como la sangre brotaba de una de sus piernas. La herida le había afectado una arteria. Nadie lo ayudó. Murió allí mismo.

El espanto recién sería descubierto casi 24 horas después, en la siesta del domingo, cuando una adolescente caminaba por ese descampado y se topó con lo que nunca hubiese querido ver.

A esa hora, en una unidad judicial ya se había receptado una denuncia por la desaparición de Severini. A partir de entonces, el expediente ya no buscaba a un hombre, sino a quienes lo habían matado.

Homicidio en ocasión de robo, fue la carátula que abrió la fiscal Lourdes Quagliatti. Los sabuesos de Homicidios llegaron a la zona y comenzaron a buscar testigos. Al principio, pocos se animaban a hablar.

También contactaron a la fiscalía de Florencia Espósito, que cubre una zona cercana, entre los barrios Maldonado, Müller y Campo de la Ribera, donde a fuerza de realidad debieron "especializarse" en las bandas que se dedican a robar a conductores de aplicaciones de viajes.

En Córdoba esta modalidad delictiva floreció demasiado en el último año. Adolescentes y más grandes que simulan ser clientes, contactan a los choferes y, cuando estos llegan al lugar indicado, los emboscan sin más preámbulos. Casi la frente de los domicilios donde viven los propios ladrones.

No se trata, a esta altura de un dato excepcional: en otras causas distribuidas en los cuatro puntos cardinales de la ciudad ya se advierte cómo las bandas actúan en el mismo territorio en el que viven, a diferencia de lo que habían tiempo atrás, cuando se trasladaban a otro sector. Este traslado lo hacían por varios motivos: evitar que los vecinos los identificaran, por el antiguo "código" del hampa que mandaba a no robar en la misma zona en la que viven y, también, para despistar a los investigadores.

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¿A qué responde, entonces, este cambio? La respuesta es mucho más profunda. Asoma una "cultura delictiva" asociada a un mayor consumo de drogas y a una mayor "tolerancia" vecinal a los que delinquen. El territorio propio se convierte, de esta forma, en una suerte de "zona de confort" para el delincuente, que ya no siente la mirada negativa de sus vecinos, sino que estos aceptan que roben allí mismo. O sea, los ladrones se apropian del terreno y hacen de este copamiento su fuerte.

De acuerdo a las estadísticas que brindó el Ministerio de Seguridad de la Nación con respecto a la inseguridad en 2024, Córdoba registró la tasa más alta de todo el país con respecto a los robos. Ahora, desde el Ministerio de Seguridad de Córdoba se indicó que abril último hubo un descenso de las denuncias judiciales por este tipo de delitos, de acuerdo a un reporte que elabora un instituto propio.

El avance de la venta y consumo del "pipazo", la droga que genera un fuerte deterioro entre los adictos, es parte de la explicación de este problema.

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En la otra punta del abanico, aparece la vulnerabilidad de quienes trabajan como choferes en aplicaciones de viajes. Una actividad aún ilegal en la ciudad de Córdoba, que obliga a los conductores a evitar las partes céntricas más controladas y hacerse fuerte en la periferia, justo en aquellos lugares donde los taxistas y remiseros ya no quieren ir por el temor a ser asaltados. 

Además, cuando son asaltados, muchas veces los conductores de las aplicaciones de viajes evitan hacer la denuncia (o aportan escasos datos) porque saben que si se descubre qué estaban haciendo, la Municipalidad les puede aplicar fuertes multas.

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Todo esto es perfectamente conocido por los delincuentes, que han diagramado todo un mecanismo tan burdo como efectivo para asaltarlos.

Tras el asesinato de Severini, si bien en un comienzo los testigos fueron renuentes, el equipo conformado entre la fiscalía, la unidad judicial y la división Homicidios logró reunir un dato clave: en esa zona de La Carbonada, hacía tiempo que una misma banda emboscaba a los choferes de aplicaciones de viajes con el ardid de la supuesta embarazada que necesitaba ir de urgencia a la Maternidad.

Con estos datos, los sabuesos comenzaron a indagar y llegar a la primera detención, menos de una semana después de descubrirse el crimen. Un joven de 23 años, con antecedentes penales, fue capturado en la misma zona. Ahora, en las últimas horas, los policías lograron otras dos aprehensiones: un muchacho de 26 años, con antecedentes panales, y su pareja, la falsa embarazada de 22 años. 

A los tres se los acusa del presunto delito de homicidio agravado por el uso de arma de fuego. 

El auto que le robaron a Severini jamás fue encontrado. En la zona de La Carbonada y alrededores, entre dientes, los vecinos piensan que el vehículo ya fue descartado en alguna de las lagunas que hay cerca. Espejos de agua que hace años guardan los peores secretos del delito en Córdoba.

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