Félix Maradiaga, líder opositor en el exilio, ve menguantes posibilidades para la democracia en Nicaragua
Félix Maradiaga, excandidato presidencial en Nicaragua, remarcó que las alternativas para restaurar la democracia en el país son cada vez más escasas, advirtiendo sobre la radicalización de la dictadura.
15/04/2025 | 03:58Redacción Cadena 3
DORAL, Florida, EE.UU. (AP) — El movimiento opositor clandestino continúa activo en Nicaragua, aunque las posibilidades de recuperar la democracia se están reduciendo, afirmó Félix Maradiaga, ex candidato presidencial y prisionero político, en entrevista con The Associated Press desde su exilio forzado en Estados Unidos.
“Las alternativas son cada vez más escasas, ya que la dictadura sandinista se ha vuelto más radical”, destacó Maradiaga, un académico de 48 años, en un encuentro en el suburbio de Doral, en Miami. “No se puede exigir a los ciudadanos que ya han realizado sacrificios enormes, que han visto caer a sus muertos y que han soportado el exilio o la prisión de muchos, que continúen pagando un alto precio sin un respaldo firme de la comunidad internacional”.
El gobierno de Nicaragua, encabezado por el presidente Daniel Ortega y su esposa, la copresidenta Rosario Murillo, ha sofocado la disidencia desde la violenta represión de las protestas en 2018, justificando sus acciones al alegar que eran apoyadas por fuerzas extranjeras que pretendían derrocar su régimen. Recientemente, un panel de expertos de la ONU advirtió que el gobierno ha desmantelado las escasas salvaguardias restantes a través de graves violaciones a los derechos humanos.
Maradiaga comentó que las sanciones no son “una solución mágica”, enfatizando que también se debe detener la erosión global de la democracia, respaldar a la oposición política asediada dentro del país, desarticular los canales que financian al gobierno de Ortega y mantener la presión mediante tribunales especializados en derechos humanos.
Maradiaga inició su vida como exiliado en Estados Unidos en la década de 1980, haciéndose parte de una familia de acogida mientras los rebeldes apoyados por Reagan combaten al gobierno sandinista. Después de regresar a Nicaragua, se vio forzado a huir nuevamente cuando Ortega lo acusó de “financiar” las protestas de 2018, lo que resultó en una orden de arresto en su contra.
Años más tarde, en 2021, se postuló para la presidencia contra Ortega, siendo encarcelado junto con otros 200 disidentes políticos, considerados prisioneros políticos por el Departamento de Estado de EE.UU. Maradiaga fue condenado por “daño al bienestar nacional”, un cargo utilizado por el gobierno para acusar a diversos opositores que caracterizó como “terroristas”. En aquel entonces, Maradiaga afirmó haber enfrentado un juicio injusto.
En febrero de 2023, fue uno de los 222 líderes políticos, estudiantiles y religiosos liberados de algunas de las prisiones más infames de Nicaragua y trasladados a Estados Unidos, aunque el gobierno de Ortega les retiró la ciudadanía.
Maradiaga buscó desafiar a Ortega en las elecciones, “aún sabiendo que habría fraude y que el encarcelamiento sería un riesgo”, deseaba demostrar al presidente que no podía ganar de manera legítima. La comunidad internacional, incluidos Estados Unidos y la Unión Europea, condenaron esas elecciones de 2021 como ilegítimas.
“Actualmente mi papel es apoyar a las nuevas generaciones para que se organicen políticamente, y para crear una alternativa política y una estrategia de derechos humanos, así como establecer un vínculo con Nicaragua y organizar el exilio en una estrategia unificada”, afirmó Maradiaga.
El trabajo de los exiliados es crucial: “podemos ser la voz de quienes no tienen voz”, agregó. También pueden influir en instituciones internacionales y contribuir a la economía local, convirtiendo a la diáspora en un actor clave para un futuro rescate democrático.
Sin embargo, actividades como las suyas implican grandes riesgos: “Cada vez que un exiliado se expresa, expone a sus familiares en el país, quienes son utilizados como rehenes para silenciarnos”, advirtió Maradiaga. Señaló que las autoridades buscan destruir la esperanza y generar la percepción errónea de que no hay líderes democráticos, así como de que todos los exiliados se benefician económicamente de su situación.
En lo que respecta a su fe católica, que también ha sido objeto de ataques por parte del gobierno, Maradiaga expresó que es lo único que lo mantiene en pie: “Sin mi fe, no estaría vivo. Sin fe, no tendría claridad en mis principios”, señaló Maradiaga.
Su primera huida de Nicaragua a los 12 años se debió a la asistencia de iglesias en Guatemala, México y en la frontera estadounidense, que lo apoyaron tanto material como espiritualmente. Durante las protestas, líderes religiosos como el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, hoy exiliado en Florida, fueron luces guía en la lucha por los derechos humanos.
“Cuando se siente que la comunidad internacional te ha abandonado y que no hay protección del estado porque este se ha vuelto un estado terrorista, la Iglesia católica se convierte en nuestro refugio”, manifestó Maradiaga.
A lo largo de la conversación de una hora, Maradiaga destacó la necesidad de mantener la esperanza. Sin embargo, se emocionó al recordar a su abuela, fallecida la semana pasada en Matagalpa, a quien no pudo visitar debido a las restricciones impuestas por la policía antes de su arresto. “Esta es la historia de miles de nicaragüenses que no han podido llevar flores a sus seres queridos”, lamentó Maradiaga, describiendo una “persecución atroz” que evidencia, de manera dolorosa, el odio y la fractura dentro de las familias nicaragüenses ocasionadas por la dictadura.




