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El alma del barrio: 90 años de vida, 94 de almacén y una comunidad detrás

“Luisito” es parte de una generación de almaceneros que sostienen la memoria, la confianza y el tejido social en cada rincón del país. Rosario no es la excepción y así lo contó él mismo a Cadena 3.     

16/09/2025 | 19:01Redacción Cadena 3 Rosario

FOTO: El almacén "Lipa", donde Luisito pasó las últimas décadas, en Rosario. Historia pura.

  1. Audio. El alma del barrio: 90 años de vida, 94 de almacén y una comunidad detrás.

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En una ciudad que cambia a ritmo acelerado, hay esquinas donde el tiempo parece detenerse. El almacén de Urquiza al 4700, con sus 94 años de historia, es uno de esos lugares. Detrás del mostrador —y a veces delante, saludando vecinos— está Luisito, que acaba de cumplir 90 años y representa con su vida mucho más que la figura del comerciante de barrio: encarna una forma de ser comunidad.

Luisito no solo vendió alimentos, fiambres o productos de limpieza a lo largo de casi un siglo. Entregó confianza, mantuvo viva la memoria del barrio y tejió, día tras día, los lazos invisibles que unen a generaciones. “Empecé a ayudar a mi papá en el negocio a los ocho o nueve años, repartía en bicicleta la mercadería. Tenía que ir hasta Provincias Unidas y Montevideo a llevar pedidos a un cliente que se había mudado, pero no dejó de comprar acá”, recordó en diálogo con el móvil de Cadena 3 Rosario.

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Su historia, que parece salida de una novela costumbrista, tiene las raíces en la inmigración. Su padre llegó desde una región que hoy pertenece a Eslovenia, atravesando las tensiones políticas y los vaivenes del viejo continente hasta recalar en Rosario en 1926.

Tras perder su empleo en el ferrocarril durante la crisis de los años treinta, abrió el almacén en 1931. Lo que siguió fue una vida de trabajo, entrega y comunidad.

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“El negocio empezó siendo de ramos generales. Atendíamos a todos los vecinos, muchos ferroviarios, gente laburante”, dijo el almacenero. Y la memoria no le falla: recuerda a cada proveedor, cada cliente, y hasta conserva las libretas de aquellos tiempos en los que la palabra valía tanto como la mercadería.

“Cuando llegaba el día de cobro, con mi papá nos sentábamos a revisar las libretas. Todo estaba anotado”, contó.

Almacén, barrio, comunidad

El almacenero es, muchas veces, el primer vínculo de confianza fuera del hogar. No es solo quien despacha productos, sino quien presta oído, quien da fiado, quien conoce las rutinas del barrio y a sus protagonistas.

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Por eso, en el Día del Almacenero —y más allá de cualquier efeméride— vale la pena detenerse a mirar lo que representan estas figuras en la Argentina profunda, esa que se construye en lo cotidiano.

Un episodio reciente lo ilustra a la perfección: dos mujeres, una de 89 y otra de más de 70 años, regresaron al barrio después de décadas, solo para saludar a Luisito y recordar con él su infancia. “Eran como de la familia. Yo les llevaba la mercadería en bicicleta”, rememoró, emocionado.

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Hoy, a sus 90 años, Luisito ya no trabaja como antes. Va a la pileta, hace gimnasia con el grupo de PAMI, pero sigue presente. “Ahora estoy un poco más suelto, vengo a colaborar, pero no a trabajar”, explicó.

Y no se trata solo de nostalgia. Se trata de reconocer que en cada Luisito hay una historia de esfuerzo, pertenencia y humanidad. En tiempos de transformaciones vertiginosas y vínculos cada vez más digitales, el almacenero —ese de libreta en mano y trato cercano— sigue siendo una figura indispensable para mantener viva la esencia de lo comunitario.

Informe de Agostina Meneghetti.

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