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André Rieu, en su castillo de Maastricht: una entrevista a corazón abierto

 

17/12/2025 | 20:30Redacción Cadena 3

Perspectiva Nacional

André Rieu en exclusiva con Cadena 3.

FOTO: André Rieu en exclusiva con Cadena 3.

Hay entrevistas que no empiezan cuando se empieza a grabar. Empiezan antes. Mucho antes. A veces, empiezan cuando uno todavía no sabe que va a estar ahí, sentado frente a alguien, haciendo preguntas que llevan décadas esperando ser formuladas.

La de André Rieu es una de esas.

En 1999, Rony Vargas lo entrevistó en Córdoba. Rieu ya era conocido, pero todavía no era este fenómeno planetario que llena estadios, convierte plazas en salas de concierto y transforma la música clásica en un ritual colectivo. Aquella nota quedó flotando en la memoria de la radio como una señal temprana: Cadena 3 había llegado antes. Como suele suceder.

Veintiséis años después, esa historia tuvo continuidad. Esta vez no fue simbólica: fue física. Un viaje a Maastricht, Países Bajos. No cualquier ciudad. Maastricht es el lugar donde Europa decidió, en 1992, intentar ser algo más que un conjunto de países vecinos. Allí se firmó el tratado que dio origen a la Unión Europea moderna, con su moneda común, sus acuerdos, sus tensiones y su promesa de integración. Una ciudad donde la política, la historia medieval y la vida cotidiana conviven sin alardes.

Pero Maastricht es, sobre todo, otra cosa: es la casa de André Rieu.

Rieu nació allí, vive allí y volvió siempre allí, incluso cuando ya no necesitaba volver. Desde esa ciudad construyó algo singular: un fenómeno cultural que tomó la música clásica —el vals, la ópera, la tradición sinfónica— y la sacó de los templos solemnes para devolverla a la gente. No para simplificarla, sino para compartirla.

El primer destino del viaje fue su show de Navidad. Y conviene decirlo así, sin vueltas: no es un concierto. Es una experiencia.

A diferencia de los célebres conciertos de verano en la plaza central de Maastricht, el espectáculo de invierno ocurre en una enorme sala transformada desde cero. Un espacio vacío convertido en un mundo propio: mercado navideño, luces cálidas, personajes inspirados en Dickens, escenografía de una Navidad europea que parece sacada de una película. Todo está pensado para que la música no suene sola, sino acompañada por una atmósfera.

El público no solo escucha: cena, brinda, se emociona. Hay familias, parejas mayores, jóvenes, turistas de distintas partes del mundo. En el escenario, Rieu dirige a una orquesta formada por músicos de múltiples nacionalidades y convierte cada pieza en un pequeño relato. Hay humor, nostalgia, silencio, celebración. La música funciona como un idioma común.

Esa es una de sus claves: Rieu no concibe la música como un acto solemne, sino como una experiencia humana. No busca imponer conocimiento, sino generar conexión. Por eso su público es tan amplio y tan diverso. Por eso, también, los críticos siguen mirándolo con desconfianza mientras las salas se llenan.

Después del show, el otro momento decisivo: la entrevista.

No fue en un teatro ni en un estudio. Fue en su casa. En su castillo. Un lugar que no funciona como escenografía, sino como síntesis de una vida. Allí, lejos del escenario, Rieu se mostró cercano, reflexivo, consciente del camino recorrido y, al mismo tiempo, sorprendido de que ese camino siga abierto.

Habló de su infancia, marcada por un padre director de orquesta y una educación estricta, distante, sin afecto. Habló de cómo la música estuvo siempre ahí, incluso antes de saberlo: cuando de chico preguntaba en el jardín de infantes qué violín tocaban los otros niños, convencido de que todo el mundo tocaba uno. Habló del violín como un instrumento físico, casi corporal: algo que vibra bajo el mentón y se siente en el corazón.

Contó la historia de su Stradivarius, uno de los pocos cientos que existen, y confesó algo revelador: no se considera su dueño, sino su cuidador. Alguien que lo tiene un tiempo para luego entregarlo a la siguiente generación. Dijo también que buscó durante años un sonido particular, uno que para él se pareciera a la voz de Maria Callas. Y cree haberlo encontrado.

La charla derivó, como suelen derivar las buenas conversaciones, hacia lugares inesperados: una pizzería que casi abre cuando era joven, un proyecto gigantesco que lo llevó a la quiebra —36 millones de dólares en rojo— y una recuperación que lo devolvió, paradójicamente, a la cima. "Fui un mal empresario", dijo, sin épica. Y agregó algo más honesto todavía: para tener éxito, hay que arriesgar. A veces, demasiado.

Habló de Johann Strauss como una influencia central, no solo musical sino conceptual: el humor, la emoción, la capacidad de abrir puertas. Habló de por qué su música llega a públicos que antes no se sentían convocados por la música clásica. No dio fórmulas. Dijo algo más simple: elige músicos que tocan con el corazón. Y eso se nota.

Desde el escenario, contó, ve gente feliz. Y recordó sus años en orquestas tradicionales, donde veía caras serias, aburridas, gente dormida o pendiente de mostrar su ropa nueva. Él quiso otra cosa: música para todos.

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También habló del presente. De la inteligencia artificial, a la que reconoce útil para la técnica o la medicina, pero incapaz —según él— de hacer música verdadera: la música, dice, tiene corazón, y las máquinas no. Habló de Europa, de la guerra, de la convivencia entre culturas distintas. Dijo algo que resume mucho de lo que hace: la diversidad es posible si hay liderazgo, pero un liderazgo que permita a cada uno ser quien es. Su orquesta, con 17 nacionalidades y músicos que lo acompañan desde hace décadas, es su ejemplo favorito.

Cuando hablamos de su casa, de ese castillo a orillas del río, apareció una imagen perfecta: una "fermata" en referencia a una casa de Alta Gracia, donde vivió el reconocido director de orquesta Erich Kleiber. En música, la fermata es una pausa, un momento donde el tiempo se suspende. Para Rieu, su hogar es eso: un lugar donde frenar, respirar, seguir.

Todo cerró ahí. Maastricht como símbolo de integración. La orquesta como comunidad. El público como una familia momentánea que comparte emoción más allá del idioma o el origen.

Cadena 3 volvió a estar ahí. No solo para registrar palabras, sino para entender un fenómeno: cómo un músico logró que la música clásica dejara de ser un territorio exclusivo sin perder profundidad ni calidad. Cómo convirtió la emoción en un idioma global.

Lectura rápida

¿Qué tipo de experiencia ofrece André Rieu en sus conciertos?
Ofrece una experiencia que combina música, cena y una atmósfera festiva, a diferencia de un simple concierto.

¿Quién entrevistó a André Rieu en 1999?
La entrevista fue realizada por Rony Vargas en Córdoba.

¿Dónde se realizó la reciente entrevista a Rieu?
La entrevista se llevó a cabo en su casa, en su castillo en Maastricht.

¿Qué influencia tuvo Johann Strauss en Rieu?
Johann Strauss fue una influencia central en su música, aportando humor y emoción.

¿Qué opina Rieu sobre la inteligencia artificial en la música?
Rieu considera que la inteligencia artificial es útil en otros campos, pero incapaz de crear música verdadera, que tiene corazón.

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