Reformas previsionales: ¿Y si alguna vez aceptamos la realidad?
18/12/2025 | 14:08Redacción Cadena 3
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Audio. Adrián Simeone propone reformas radicales en el sistema previsional argentino
Ahora país
Hablamos de reformas previsionales y me pregunto: ¿cuándo vamos a dejar de maquillarlo todo y reconocer la verdad cruda? Acá en Córdoba acabamos de vivir una reforma hecha a las apuradas, llena de eufemismos y vueltas, pero no nos engañemos: lo mismo está pasando o va a pasar en muchas provincias, y a nivel nacional se viene una reforma de la que aún no sabemos detalles, pero que va a ser muy contundente. Y va a serlo porque no hay alternativa: el sistema previsional argentino, tal como está, es simplemente impagable.
Primero hay que admitir lo obvio: estos sistemas nacieron mal. No partieron de un ahorro previo obligatorio, como corresponde si uno quiere sostener beneficios futuros, sino que arrancaron otorgando jubilaciones generosas de entrada, con la típica demagogia de siempre. “Te doy ahora y después vemos con qué se paga”. El resultado es el que vemos hoy: un déficit crónico que se tapa con más deuda, más inflación o más impuestos.
Segundo: no se puede mantener indefinidamente la coexistencia de dos lógicas incompatibles. Por un lado, un sistema retributivo que promete pagarte en proporción a lo que aportaste; por el otro, un esquema asistencialista que reparte pensiones a quienes nunca aportaron o aportaron muy poco. Matemáticamente es imposible. Uno termina devorando al otro, y el que paga la fiesta es siempre el mismo: el trabajador formal de hoy y el jubilado de mañana.
Por eso las reformas terminan siendo un achatamiento progresivo de las jubilaciones, un aumento de la discrecionalidad política -ahora el gobernador o el presidente decide cuánto “ajustar”-, y una maraña normativa cada vez más difícil de explicar. ¿De dónde sale la plata? ¿Cuánto voy a cobrar realmente? Preguntas que ya casi nadie puede responder con claridad.
Yo digo: che, ¿y si reconociéramos la realidad en serio? Pero en serio. Llegó la hora de propuestas radicales, frontales, sin anestesia. Por ejemplo: una vez que te jubilás, pasar a un régimen universal e igualitario. Una pensión única para todos, no importa cuánto hayas aportado ni el cargo que hayas ocupado. Sí, suena duro, sobre todo para los que tuvieron sueldos altos —jueces, altos funcionarios, etc.— y hoy cobran jubilaciones privilegiadas. Pero la realidad es que el país no puede pagarlas. Esos sectores, justamente por haber ganado bien durante décadas, suelen llegar a la vejez con casa propia, ahorros, rentas o inversiones. El Estado no tiene por qué seguir sosteniendo privilegios que ya no puede financiar.
Un sistema igualitario tendría ventajas automáticas: eliminaría la industria del juicio previsional, los regímenes especiales y los mil subterfugios que hoy encarecen todo. Además, nadie se apuraría a jubilarse si la pensión fuera la misma trabaje o no, lo que alargaría los años de aporte y acortaría los de cobro. Con la mayor expectativa de vida que tenemos hoy, eso es perfectamente viable.
¿Por qué seguimos con reformas tibias, llenas de detalles técnicos, excepciones y discrecionalidad, en lugar de sacarnos la careta y decir las cosas como son? Prefiero la verdad incómoda a la ilusión costosa. Si no hay plata, no hay plata. Y seguir fingiendo que sí la hay solo nos condena a más crisis, más inflación y más pobreza jubilatoria.
Es hora de tener la valentía de mirar la realidad de frente, cruda y desnuda. Por el bien de los que ya están jubilados, de los que estamos trabajando y, sobre todo, de los que vendrán.





