Hacemos Silencio por Córdoba

Por Adrián Simioni

El conflicto entre grupos sindicales vinculados a la Municipalidad de Córdoba que derivó en el asesinato de Gabriela Pérez este fin de semana, una empleada de una empresa de limpieza contratista de la Municipalidad, ha merecido hasta ahora un estruendoso silencio de todo el arco político cordobés. Hace de los años 70 que Córdoba no moría una persona de un balazo disparado por sicarios durante un acto sindical por una confrontación gremial violenta. La pelea sindical como causa de todo esto no es un invento. Sergio Fittipaldi y Franco Saillén, los jefes de los dos sindicatos vinculados, lo dicen abiertamente: se acusan mutuamente de ser responsables de la muerte.

Tampoco cabe duda de que son parte del poder. Ambos tienen tratos y contratos con la Municipalidad. Los dos hicieron campaña por Martín Llaryora gobernador y Daniel Passerini intendente y atesoran álbumes enteros de fotos con ellos. Fittipaldi fue candidato a legislador en la lista de Llaryora. Saillén ya fue legislador K una vez y ahora festejaba y participaba en los actos de Passerini.

¿Cómo puede ser que ante semejante crimen, con evidentes ramificaciones gremiales y políticas, nadie intervenga?

El Ministerio de Trabajo de la Provincia dice que no le corresponde. Y tiene razón: la cuestión de las elecciones y la personería de los sindicatos es una cuestión de jurisdicción nacional.

La Justicia tampoco dice mucho, pese a que la primera fiscal a la que le cayó el caso, Claudia Palacios, falló en resguardar la escena del crimen, tal vez porque la agarró distraída el fin de semana.

A Llaryora y Passerini les comieron la lengua los ratones. ¿Están en Córdoba?

Y el silencio opositor también es notorio. ¿Será que ya se terminó la era del Partido Cordobés tal como lo entendíamos? ¿Ya terminó la era Schiaretti –al que nunca le veíamos fotos con sindicalistas de esta índole- y largó la era Llaryora? ¿Hacemos por Córdoba pasará a llamarse Hacemos Silencio por Córdoba?

Llaryora viene borocotizando un opositor tras otro. Les ofrece protagonismo, cargos, bolsones para militantes. Y con eso está armando una hegemonía que tal vez nos termine saliendo muy cara; institucional y fiscalmente (porque hay que mantener a todo el aparato político oficialista y también a todo el aparato opositor).

Ya antes de las elecciones se había comido a Javier Pretto, nada menos que el presidente del PRO. Y puso de vicegobernadora Miriam Prunotto, la intendenta más famosa de la UCR. Pero la salida de Llaryora al shopping no termina. El intendente de Carlos Paz no esperó que la UCR lo expulsara y renunció para encolumnarse con tranquilidad con Llaryora. El intendente de Arroyito, Gustavo Benedetti, fue suspendido por la UCR, luego de que directamente fuera el candidato de Llaryora en las últimas elecciones. Y, más impactante, un legislador prominente de Juntos por el Cambio, Orlando Arduh, directamente va a ocupar un cargo ministerial como operador político de Llaryora. Y estos son los casos que trascienden.

Llaryora todavía no asumió pero el “PRI cordobés” con el que apunta a manejar una provincia sin oposición, ya está listo. El PRI era el partido único de hecho que gobernó durante décadas a un México hundido en el silencio, la corrupción y la violencia. En Córdoba en estos días sólo se escuchan las balaceras mortales de sicarios que dirimen a los tiros los conflictos de sindicalistas socios del poder político, que son uno más opaco que el otro. El resto es silencio.

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