Los insólitos gastos de la Legislatura
18/04/2025 | 11:04Redacción Cadena 3

En el ámbito político, el robo entre colegas se convierte en un tema recurrente. Sin embargo, lo que realmente llama la atención es el reconocimiento explícito que se hace al respecto. La cuestión que surge es si sigue siendo un robo cuando se cita a la fuente de información. La respuesta parece ser que sí, sigue siendo robo, aunque no haya consecuencias legales inmediatas.
Recientemente, Guille López, periodista de Cadena 3, expone un caso particular que merece atención. Investiga el desperdicio de impuestos en la Legislatura de Córdoba. El caso de la empleada fantasma contratada por la vice de la Unicameral, Nadia Fernández, es solo la punta del iceberg, ya que la investigación revela un patrón de gastos cuestionables en la Legislatura.
La investigación de López se adentra en los gastos que los legisladores realizan al regalar cosas y que luego piden el reintegro a la Legislatura. Este mecanismo se convierte en una prebenda que alimenta el clientelismo político, utilizando recursos públicos para ganar favores. Ejemplos como el reintegro solicitado por María Victoria Busso, quien pide 550 mil pesos por un torneo de pádel, ilustran la situación.
Otro caso notable es el de Federico Alessandri, quien solicita 186 mil pesos para arreglar los bombos de una murga. Estos gastos, aunque parecen menores, se suman a una lista interminable que refleja una cultura de derroche en la administración pública. El radical Alfredo Nigro también se suma a la lista, pidiendo 772 mil pesos para un club de Chazón.
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La calidad de nuestros políticos se pone en tela de juicio. Si necesitan llevar regalos para ser escuchados, ¿qué dice eso sobre su capacidad de liderazgo? La falta de propuestas sólidas parece ser un síntoma de una crisis más profunda en nuestra representación política.
Por otro lado, también debemos reflexionar sobre nuestra propia responsabilidad como sociedad civil. La dependencia de los recursos estatales para mantener actividades comunitarias, como las murgas, revela una falta de organización y autonomía.
Esta situación nos invita a cuestionar el rol que desempeñamos en la construcción de una sociedad más activa y menos dependiente del clientelismo político.