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Francia busca prohibir redes sociales a los chicos en las aulas

La medida del gobierno francés genera un debate global sobre el uso de pantallas en la infancia. 

31/07/2025 | 16:09Redacción Cadena 3

FOTO: Celulares en las escuelas.

Francia encendió un debate global al proponer prohibir las redes sociales para menores de 15 años, tanto en las aulas como en la vida cotidiana.

Esta medida, impulsada por el presidente francés, no es un capricho: responde a alarmas concretas. El aumento de la violencia entre adolescentes, el aislamiento, la ansiedad, las adicciones y los trastornos del sueño han llevado al gobierno a basarse en evidencia médica clara: nada de pantallas antes de los tres años y, en lo posible, evitarlas hasta los seis. 

La pregunta que resuena es inevitable: ¿Qué infancia estamos dejando a nuestros niños? No se trata de alarmismo, sino de prevención. Cuando la infancia se vive pegada a una pantalla, se pierde el juego real, la conexión profunda, la formación de un mundo interior. 

Los niños no son "nativos digitales" por naturaleza; el cerebro humano no ha cambiado en milenios. Un niño en la selva sin wifi no es menos humano, pero un niño saturado de pantallas antes de los tres años puede sufrir retrasos en el lenguaje, la lectoescritura y la motricidad fina. 

¿Dónde quedó el crayón, la pintura, el rompecabezas? Actividades que antes eran la base del desarrollo hoy parecen reliquias frente al dominio de la pantalla. El impacto va más allá. Los chicos atrapados por dispositivos pierden la motricidad gruesa: bicicletas, pelotas y parques son reemplazados por un sedentarismo digital. Y no solo ellos: los padres también somos parte del problema. 

Si llegamos a casa y no soltamos el celular, si cocinamos, comemos o vamos al baño con el dispositivo en la mano, le enseñamos a los niños que es una extensión de nuestro cuerpo. ¿Cómo esperamos que ellos lo dejen si nosotros no damos el ejemplo? El primer celular, el primer acceso a redes sociales, siempre llega de un adulto. 

Somos nosotros quienes abrimos esa puerta. Educar no es entretener, es acompañar. Un niño que llora no necesita un video de Peppa Pig; necesita un abrazo, ser escuchado, entendido. Pero hoy, desde los seis meses, vemos bebés en cochecitos con soportes para celulares.

El resultado es alarmante: niños que no hablan hasta los cuatro años, que no pueden hacer pausa, que viven en un estado de hiperexcitación constante. Los pediatras con décadas de experiencia lo confirman: nunca se había visto algo así. 

Y no es solo en la infancia. Los adolescentes, atrapados en la vorágine de likes y comentarios, enfrentan frustración y depresión cuando la validación digital no llega. Los adultos tampoco escapamos: ¿Cuántos estamos pendientes de las notificaciones, incapaces de desconectar?

La solución no pasa por ser policías de nuestros hijos, persiguiéndolos para que dejen el celular. Eso genera rebeldía, no cambio. Se trata de poner límites claros desde el amor y el ejemplo. Programar celulares para que sirvan solo de contacto, sin acceso a redes, es una opción. 

Pero más importante es mostrarles otros mundos: un picnic, un río, un campamento. Enseñarles que la vida no es esperar el fin de semana para estar frente a una pantalla. Y en casa, empezar por nosotros: dejar el celular al llegar, compartir la mesa sin dispositivos, recuperar la risa, la charla, la conexión real.

Francia no está sola. Países del primer mundo ya están sacando los celulares de las escuelas y promoviendo campañas de prevención. Es hora de que las familias despertemos. No se trata de demonizar la tecnología, sino de usarla con equilibrio. 

La creatividad, el lenguaje, la fantasía y las ideas propias son lo que nos hace humanos. Si permitimos que las pantallas lo reemplacen todo, ¿Qué les estamos dejando a nuestros hijos? Educar es acompañar, y eso no lo hace un algoritmo. Es tiempo de soltar el celular y mirarnos a los ojos. 

Columna de Liliana González

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