Quién es el relojero que pone en hora la historia de la Argentina
Guillermo del Valle repara relojes monumentales en todo el país. De la Casa Rosada a pueblos del interior, su oficio rescata memoria, identidad y una forma más humana de vivir el tiempo.
12/06/2025 | 14:38Redacción Cadena 3
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La Argentina Posible
En tiempos de vértigo y pantallas digitales, Guillermo del Valle se dedica a una tarea que parece sacada de otro siglo: reparar relojes monumentales. Su oficio, tan preciso como poético, lo ha llevado a recorrer buena parte del país poniendo en valor esas máquinas que, desde lo alto de iglesias y edificios históricos, marcan algo más que la hora: marcan identidad.
“Este oficio te hace recorrer Argentina lentamente”, dice Guillermo, con la calma de quien ha aprendido a medir el tiempo en campanadas y engranajes. Ha trabajado en dos de los relojes más emblemáticos del país: el del Cabildo de Buenos Aires y el de la Casa Rosada. Este último, curiosamente, nunca había sido instalado. “Había un hueco que había sido pensado por el arquitecto Tamburini, pero nunca lo colocó. Desde 1880 hasta 2010 que lo pusimos”, recuerda en diálogo con Cadena 3.
La historia de ese reloj es digna de novela. Del Valle pasaba todos los días frente a la Plaza de Mayo mientras reparaba otro reloj en la Iglesia de San Ignacio. Un día notó el hueco en la fachada y propuso colocar un reloj. Al principio, la Comisión de Monumentos lo rechazó por no haber antecedentes históricos. Pero un hallazgo lo cambió todo: “El profesor Ganduglia encontró un dibujo original de Tamburini donde el reloj estaba planificado. Era la frutilla del postre de la obra, pero nunca la colocó porque lo escracharon desde la prensa y cayó en depresión. Así que lo pusimos nosotros, y se inauguró en 2010”.
Del Valle tiene una mirada romántica y profundamente social sobre su trabajo: “Cuando vas a un pueblo y el reloj de la iglesia vuelve a sonar, la gente lo agradece. Es un hecho trascendente para la comunidad. Porque el reloj marcó el tiempo de esa ciudad durante muchos años”.
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Lejos de lo nostálgico, su tarea sigue vigente y hasta con demanda creciente. “Está de moda lo vintage, los relojes de péndulo. Pero no hay relojeros que los arreglen. Las relojerías cambian pilas, no arreglan relojes. Es un oficio altamente redituable, pero en retroceso”, señala. Hoy, en su empresa trabajan jóvenes de menos de 35 años, incluido su hijo de 29, quien está al frente del emprendimiento familiar. “Eso nos da esperanza”, admite.
El vínculo con el tiempo no es sólo técnico. Es también filosófico. “Vivimos diferente. Los relojes nacieron para marcar el tiempo y lo siguen haciendo igual que siempre, pero nosotros vivimos a las corridas”, reflexiona. Y añade una observación aguda: “Cuando un reloj monumental está detenido, más vale sacarlo. Porque confunde. Nació para marcar el tiempo, tiene que funcionar”.
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Incluso con la omnipresencia de los celulares, hay algo que no se pierde: “Los smartwatches más modernos usan visualización con agujas. El reloj analógico sigue siendo nuestra primera manera de entender la hora”, explica, y recuerda que en Japón volvieron a poner relojes con agujas en estaciones, luego de probar con los digitales.
Una pasión de la infancia
Su pasión nació, como muchas historias entrañables, en la infancia. “Desarmé el reloj de bolsillo que mi abuelo le había dejado a mi padre. Nunca lo pude volver a armar, así que lo tiré al techo. Desde ese día me interesaron los relojes grandes”, cuenta entre risas.
Guillermo del Valle es más que un técnico: es un guardián del tiempo. Un artesano de la memoria que, engranaje a engranaje, reconstruye el vínculo entre las ciudades y su historia. En su oficio se entrelazan pasado, presente y futuro, en una sinfonía de tic-tacs que todavía tiene mucho por sonar.
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