Una dosis diaria de perversión K para Alberto

Por Adrián Simioni

La inflación no da tregua. La crisis de la energía se profundiza. El conflicto social se agudiza. Argentina parece tener todos los números comprados.

Sin embargo, la interna del gobierno no para. El kirchnerismo dedica cada día a lo único que le importa: bombardear a Alberto Fernández. Cristina aprovecha hasta el simple hecho de regalarle un libro al presidente para mandarle un mensaje envenenado, como pasó el sábado.

Ayer fue el turno de Máximo. El hijísimo aprovechó un acto en el conurbano para tratar a Alberto de cobarde comparándolo a sus padres. "Vi al ex presidente Kirchner gobernar en una situación muy difícil y lo mismo a Cristina, que se paró de manos. Que no nos vengan a explicar lo que son situaciones difíciles", dijo Máximo, en obvia alusión al albertismo.

Al lado estaba Axel Kicillof, gobernador del Conurbano Bonaerense en nombre de Cristina. "En la Provincia no puede haber ajuste", le advirtió a al presidente, que necesita urgente reducir los subsidios ¿Y dónde los va a reducir sino en Buenos Aires, donde están concentrados los subsidios?

El presidente tiene a su gobierno paralizado, con más de medio gabinete que no responde a él sino a Cristina. Y necesita urgente que el cristinismo cogobierne con él.

Pero, lejos de eso, el kirchnerismo lo somete a un discurso esquizofrénico. El Instituto Patria comanda una campaña comunicacional perversa. Los kirchneristas hablan como si las políticas fracasadas puestas en marcha por Alberto hubieran sido elegidas por él y no por Cristina. O lo culpan de haber ejecutado mal esas políticas, como si la propia Cristina no hubiera puesto a los funcionarios de Energía y Comercio que fracasan contra el gasoil y los precios desde que Alberto asumió hasta hoy.

El doble discurso de Cristina llegó al extremo cuando mandó a los suyos a votar en contra del acuerdo con el FMI, pero asegurándose antes de que la oposición iba a garantizar la aprobación. Porque no come vidrio y ni loca se hubiera hecho responsable de un default con el Fondo.

En esa psicosis, lejos de ayudarlo, el cristinismo le exige todos los días a Alberto políticas inviables. No sólo actúan como opositores, sino como esos opositores que saben que nunca van a ser gobierno entonces exigen cosas imposibles. Que suba retenciones, como si no supieran que ya están al límite histórico y que para subirlas aún más hace falta cambiar leyes para las que no tienen los votos. O quimeras como volver a discutir el acuerdo con el Fondo en términos que requerirían, antes, cambiar la arquitectura financiera internacional.

Efectivamente, Cristina le exige a Alberto imposibles. Porque así se garantiza que Alberto no pueda cumplir nada de lo que ella le pide. Y entonces ella puede ir dejándolo cada día más solo e impotente frente a un fracaso al que ella lo condujo y que ella considera que ya no se puede revertir.

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