Mueren los economistas, la inflación queda
22/07/2021 | 10:05Redacción Cadena 3
Ayer murió Juan Vital Sourrouille. Para los más chicos, va el resumen. Fue el segundo ministro de Economía de la democracia argentina, trabajó para Raúl Alfonsín y fue el primero en poner en marcha, en la recuperada república posdictadura, un plan más o menos coherente para frenar la inflación.
Alfonsín había empezado su presidencia con otro ministro, más populista, que planteaba no pagar la deuda, no controlar el gasto público, controlar los precios y vivir con lo nuestro. No sé si les suena. Claro, era una receta para el fracaso. Y efectivamente la inflación empezó a subir a niveles de 35 a 40%… mensual.
Entonces Alfonsín echó a ese ministro y lo puso a Sourrouille, que puso en marcha el primer plan de estabilización, tendiente a bajar la inflación. Consiguió el apoyo del FMI y de Estados Unidos. Se llamó Plan Austral e incluyó el reemplazo del peso por una nueva moneda, el austral. Al principio la cosa pareció funcionar. La inflación bajó a 2% mensual. Alfonsín ganó las elecciones legislativas de 1985. Pero, claro, el plan de Sourrouille requería que, en algún momento, se atacaran las causas de fondo de la inflación: el gasto público excesivo, el déficit gigante de las empresas estatales, el descalabro fiscal de las provincias. Si no se cambiaba eso, habría que volver a emitir dinero sin respaldo.
Sourrouille lo sabía. Pero Alfonsín no tenía poder político para hacer eso, con la CGT, la mayoría de los gobernadores y la oposición peronista en pie de guerra. Encima estaba apretado por un sector militar aún potente y en abierto desafío a la constitución. Pero Alfonsín tampoco era un convencido de las recetas de austeridad. Ni lo era gran parte del radicalismo, dominado por una mezcla de socialismo europeo y populismo argentino.
Conclusiones: esas transformaciones no se hicieron. El plan Austral se fue desflecando. Para las legislativas de 1987 Sourrouille le armó a Alfonsín un nuevo plan Austral maquillado llamado plan Primavera. Pero ya nadie creía en nada. Las elecciones se perdieron. La inflación llegó a 390% en 1988. Ese año empezaron los saqueos a los supermercados. En 1989 todo se agravó. Menem ganó la presidencial. Y Alfonsín renunció 6 meses antes de que terminara su mandato.
Sourrouille volvió a ser un economista respetado. Nunca fue sospechado de corrupción.
Es impresionante lo que expone su muerte. Han pasado 36 años desde que asumió Sourrouille. 36 años en los que planes antiinflacionarios que nunca terminan de reducir el gasto público se intercalan con gobiernos populistas que se dedican a repartir demagogia.
36 años en los que la inflación dejó de ser un problema en todo el mundo. Excepto en la Argentina. Acá se nos van muriendo los ministros históricos, pero la inflación -y sus causas- siguen más vivas que nunca. Cuando las naciones del mundo decidan hacer el Museo de la Inflación, no habrá dudas: la sede tendrá que estar en Argentina.




