Depresión en el kirchnerismo: cómo sobrevivir al "fabiolazo"

Adrián Simioni

¿Qué va a pasar con el kirchnerismo y el peronismo luego de la bomba de neutrones del “fabiolazo”? Es una de las grandes incógnitas del país. Al fracaso del modelo económico de Cristina-Alberto-Massa se suma la exhibición obscena de la hipocresía política. Cualquiera diría que no hay regreso posible. Pero, ¿será así?

Despegarse de Alberto, el leproso del peronismo, es relativamente sencillo. Lo difícil es no haberse contagiado la lepra. Peor: más difícil es demostrar que la lepra no es congénita a un modo perverso de manejar el poder que duró dos décadas.

La Cámpora está en estado catatónico. Máximo, el heredero al que los papis le regalaron un partido de militantes pagados por el Estado para que hiciera sus palotes, hace de mayo que no dice una palabra.

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La esperanza blanca "K", Axel Kicillof, intenta posicionarse como heredero superador de su madre adoptiva Cristina. El fin de semana fue a La Rioja para mostrarse como gran elector para respaldar al gobernador emisor de bonos Ricardo Quintela, que quiere presidir el PJ. No asistió ni un solo gobernador. La figura más notoria fue Fernando Espinoza, el intendente de La Matanza procesado por acoso sexual. No podía salir peor.

El conurbano, la base partidaria, está dividido entre francotiradores como Guillermo Moreno, intendentes que hacen cola para entrar al peronismo no "K", otros que están con Kicillof y otros que siguen con Cristina.

Fuera del conurbano, el catamarqueño Raúl Jalil evalúa sacar a la mitad de sus senadores y diputados de los bloques de Unión por la Patria para acercarse a Milei tanto como ya lo hizo el tucumano Osvaldo Jaldo.

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El peronismo cordobés de Schiaretti confía en cosechar huérfanos de todo el PJ con una condición: que hagan profesión de fe anti "K".

El piquetero papal Juan Grabois exige una purga generacional del PJ. Y blanqueó su propia falta de escrúpulos: dijo que él ya sabía que los candidatos Alberto Fernández, Sergio Massa y Daniel Scioli eran "indignos de la investidura presidencial" por "sus inmoralidades"… pero que igual los volvería a votar. Una especie de tragador compulsivo de sapos.

Sergio Massa iba a reaparecer el sábado en un encuentro político en Sierra de la Ventana. Lo suspendió a último momento con una excusa alucinante: su presencia había generado tanta expectativa que no había capacidad para alojar a tantos interesados.

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Mientras, sobre todos sobrevuela el pánico por los chats que puedan haber quedado sin borrar en el celular de Alberto Fernández. A cuántos les habrá dicho "decime cosas lindas".

Esta implosión de alianzas es sólo la más visible de la hecatombe "K". Mucho más profunda es la bomba que la hipocresía expuesta en el "fabiolazo" ha colocado en los relatos "K"; el uso inescrupuloso que hizo el kirchnerismo del feminismo, los derechos humanos, el pobrismo y tantas otras banderas sólo para darse una pátina de falsa superioridad moral desde la cual “ir por todo” y cancelar al resto de la política. 

Todo eso se desvaneció bajo sus pies. No parece un futuro auspicioso. Pero no hay que olvidarse de que estamos en el país más extravagante del mundo: aquí cualquier cosa puede sobrevivir a una bomba nuclear.

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