El impacto de la sequía en la Amazonía: descubrimientos de un experimento de 24 años
Un experimento científico comenzó en el año 2000 en el Bosque Nacional de Caxiuana para simular las consecuencias de la sequía en la Amazonía. Se ha observado una alarmante pérdida de biomasa y cambios en la capacidad de la selva para almacenar carbono.
29/05/2025 | 13:11Redacción Cadena 3
BOSQUE NACIONAL DE CAXIUANA, Brasil (AP) — Al transitar por el tupido dosel de la Amazonía, se presenta un panorama desolador. La selva se torna escasa con árboles en decadencia, troncos caídos descomponiéndose y un incremento en la temperatura del suelo a medida que la luz solar llega a la tierra. Este escenario refleja 24 años de un severo déficit hídrico que afecta a la mayor selva tropical del mundo.
A pesar de su desolación, esta área de bosque es parte de un experimento científico. Desde 2000, el Proyecto Esecaflor, que significa "Estudio de la Sequía Forestal" en portugués, busca simular un futuro en el que la Amazonía sufra la falta de lluvias provocada por el cambio climático. Este proyecto es considerado el más prolongado de su tipo a nivel mundial y ha generado numerosos artículos científicos en diversas disciplinas, incluyendo meteorología y ecología.
El estudio sobre el impacto de la sequía en la Amazonía, una vasta región que abarca más de dos veces el tamaño de India, trasciende sus fronteras. La selva tropical actúa como un gran reservorio de dióxido de carbono, principal gas responsable del cambio climático. Un estudio indicó que la Amazonía retiene el equivalente a dos años de emisiones globales de carbono, provenientes mayoritariamente de actividades como la quema de combustibles fósiles. La erosión de la vegetación durante sequías provoca la liberación de ese carbono, acelerando el calentamiento global.
Simulación de sequías en el experimento Esecaflor
Para recrear el efecto de la sequía, el proyecto ubicado en el Bosque Nacional de Caxiuana instaló aproximadamente 6.000 paneles de plástico transparente en una hectárea, desviando el 50% de la lluvia de la zona. Los paneles, colocados a diferentes alturas, permitieron dirigir el agua a un sistema de drenaje que rodea el terreno. Se mantuvo una parcela control intacta para contrastar resultados.
Ambas áreas se instrumentaron para medir variables como la humedad del suelo, temperatura del aire y crecimiento arbóreo. Dos torres metálicas se levantaron en cada parcela para medir la cantidad de agua en las plantas, enviando datos al Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en California.
“En los primeros años, el bosque mostró signos de resistencia a la sequía”, compartió Lucy Rowland, ecóloga de la Universidad de Exeter. Sin embargo, a partir del octavo año, se advirtió una disminución notable de la biomasa junto con la muerte de árboles grandes. Esta situación generó una reducción del 40% en el peso total de la vegetación y del carbono almacenado.
Los hallazgos fueron reportados en un estudio publicado en mayo en la revista Nature Ecology & Evolution. Durante los años de pérdida de vegetación, la selva pasó de ser un sumidero a un emisor de carbono antes de estabilizarse hacia el final del estudio. A pesar de la severidad de la sequía, se destacó que la selva no se transformó en una sabana, como algunos estudios vaticinaban.
Perspectivas futuras y monitoreo de la regeneración
En noviembre anterior, se retiraron la mayoría de las cubiertas plásticas y ahora los científicos continúan evaluando la evolución del bosque, sin una fecha específica de conclusión para el proyecto. “El bosque ha mostrado adaptaciones. Nuestro interés ahora es comprender su proceso de recuperación”, afirmó el meteorólogo João de Athaydes, vicecoordinador de Esecaflor y profesor de la Universidad Federal de Pará.
Durante una visita en abril, Athaydes guió a un grupo de periodistas de The Associated Press por el sitio, atendido por numerosos investigadores. La remota ubicación exigió un extenso viaje en barco, partiendo desde Belem, donde se realizarán futuras negociaciones climáticas, incluida la COP30. Durante el trabajo de campo, los investigadores residieron en la Base Científica Ferreira Penna, próxima a las parcelas de estudio.
Cuatro grupos de trabajo recolectaron muestras y datos para medir el crecimiento de las raíces, registrar condiciones meteorológicas, y evaluar la salud de la vegetación. “Aún se conocen muy pocos detalles sobre cómo la sequía afecta las dinámicas del suelo”, mencionó la ecóloga Rachel Selman, coautora del estudio en Nature.
El experimento Esecaflor presenta similitudes con las sequías extremas observadas en los últimos dos años en la Amazonía, asociadas al fenómeno de El Niño y el cambio climático. Esto resultó en eventos devastadores, como la muerte de delfines de río y extensos incendios en áreas boscosas. Lucy Rowland explicó que, aunque el reciente fenómeno de El Niño generó efectos inmediatos, el experimento de Esecaflor se centró en los cambios a largo plazo en la humedad del suelo. “Ambas situaciones revelan la disminución en la capacidad del bosque para absorber carbono, en lugar de retenerlo, se está liberando a la atmosférica, sumando la pérdida de cobertura forestal.”
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[Fuente: AP]




