La fábrica de árboles navideños con legado italiano que trabaja 365 días al año
En Avellaneda, Tanti Aguri destaca como una PyME familiar que, desde hace tres generaciones, fabrica árboles de Navidad. Su historia de resiliencia y pasión conecta tradición artesanal con el trabajo argentino.
03/12/2025 | 14:48Redacción Cadena 3
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La Argentina Posible
En estas fechas en las que el país entero busca reencontrarse con lo esencial, en Avellaneda destaca la historia de Tanti Aguri, la PyME familiar que desde hace tres generaciones fabrica árboles de Navidad y que, con pasión, oficio y resiliencia, sostiene un legado que nació en las montañas de Toscana y hoy late en Villa Domínico.
Su protagonista es Lautaro “Colo” Marchi, uno de los cinco primos que hoy llevan adelante este emprendimiento que mezcla tradición, artesanía y trabajo argentino. “Mis nonos son de Lucca, venían de un pueblito lleno de artesanos. Mi nono Luigi y mi nona Ivanna empezaron acá haciendo pesebres. Todo comenzó con ellos”, cuenta con orgullo.

Foto: Gentileza de Lautaro Marchi
De un pesebre artesanal al árbol que hoy decora miles de hogares
La historia familiar parece escrita para una novela navideña. Luigi e Ivanna, inmigrantes italianos, llegaron al país después de la Segunda Guerra, buscando futuro y llevando en sus manos lo que mejor sabían hacer: figuras religiosas de yeso y resina. Con los años, sus hijos se sumaron al trabajo artesanal, y más tarde los nietos tomaron la posta.
La crisis del 2000 golpeó fuerte, como a tantos. Pero la familia Marchi quedó en pie. “Nosotros éramos chicos, lo vivieron más nuestros padres. Pero la familia hizo las cosas bien y pudo sostenerse”, recuerda Lautaro. Con esfuerzo —y también con un poco de esa intuición que solo tienen quienes aman lo que hacen— lograron comprar máquinas a industrias que no sobrevivieron.
De esa mezcla de herencia artesana y nuevas herramientas nació Tanti Aguri, la fábrica que desde 2007 produce arbolitos, guirnaldas y decoración navideña todo el año.
Sí: todo el año.
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Un oficio mitad máquina, mitad corazón
Lautaro insiste en algo: un árbol de Navidad no es un producto más. “Es un oficio, no es tocar un botón y sale el arbolito. Tiene muchos procesos. Se cosen las ramas, se atan. Es mitad máquina y mitad artesanal”, explica.

Cada pieza que sale de la fábrica tiene horas de manos expertas, de personas que aprendieron el oficio hace más de 20 años y que hoy trabajan junto con sus hijos. Es, literalmente, un legado que pasa de generación en generación.
Producen árboles de todos los tamaños, desde 40 centímetros hasta 3 metros, y de cuatro calidades distintas. En un buen día, pueden fabricar cerca de 100 árboles de un metro. Pero detrás de ese número hay algo más profundo: identidad, trabajo y persistencia.
Competir cuando el mundo se vuelve importado
La empresa ha atravesado todos los vaivenes económicos del país. Lo dice Lautaro sin dramatismo, como quien ya aprendió que emprender en Argentina es surfear olas permanentemente: “Venimos con años golpeados. La pandemia, el año del Mundial, la apertura de importaciones… siempre nos tenemos que adaptar”.
Pero cada golpe fue, a su manera, una oportunidad. Cuando no pudieron competir en precios con los arbolitos chicos importados, inventaron una salida: empezaron a fabricar árboles gigantes, una especialidad en la que hoy marcan la diferencia. Y hasta producen, junto al municipio, un parque navideño para la comunidad.
Creatividad, ajuste permanente, resiliencia. Y Navidad, siempre Navidad.
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Trabajar todo el año para que diciembre brille
Mientras el país vive su inestabilidad cotidiana, los Marchi ya están pensando en la próxima Navidad. Es que su trabajo funciona así: entre febrero y junio producen stock para sus clientes mayoristas; desde agosto hasta fin de año abastecen al mercado minorista; y en paralelo, elaboran piezas especiales para espacios públicos. Cada etapa tiene su ritmo, su espera y su esperanza.
“Somos muy fuertes en Córdoba, tenemos muchos clientes que nos dan muchas gratificaciones”, cuenta Lautaro, feliz de llegar con sus árboles a todo el país.
Sobre el final de la charla, surge la pregunta si para ellos existe una Argentina posible: “Claro que sí. Amamos nuestro país. Con nosotros viven muchas familias: proveedores, trabajadores, artesanos. Queremos seguir fabricando acá. Le vamos a encontrar la vuelta”, dice Lautaro, casi como un brindis anticipado.
¿La clave del éxito? Ni la máquina, ni la estrategia, ni la coyuntura. La clave —dice él— es la pasión. “Es el legado. Es nuestra atracción a sangre. La pasión por lo que hacemos”, resume.
Entrevista de Fernando Genesir





