"Me estoy muriendo; me falta el aire"
Un testigo clave narró cómo fueron los instantes después al ataque al playero asesinado en la estación de la avenida Rancagua.
13/04/2022 | 10:45Redacción Cadena 3
"Justo llegaba al quiosco de mi hermana y sentí el griterío y lo veo tendido a Pablo en la playa. Ya le habían pegado el tiro. Me cruzo y lo trato de ayudar: primero, le puse una bolsa de carbón de carbón debajo de la cabeza. Me dice ´me estoy muriendo, me falta el aire´. Empezamos a hablar con los remiseros sobre la demora de la ambulancia y decidimos cargarlo en mi chata y llevarlo. Pablo estaba escuchando y me decía ´me estoy muriendo, por favor, llevame´".
Walter aún intenta procesar lo que sucedió en los primeros minutos de este miércoles. El hombre llegó al quiosco de su hermana, ubicado en Rancagua y San Fernando, ciudad de Córdoba, apenas instantes después de que un motochoro baleara a Pablo Altamirano Aráoz (36), el playero de una estación de servicios ubicada justo al frente.
Los gritos de auxilio no hicieron dudar a Walter, que cruzó rápido y comenzó a auxiliar a Pablo, un trabajador al que él conocía de hace tiempo, ya que además solía ser su cliente.
A simple vista, no había sangre, sólo un pequeño orificio en el costado derecho del abdomen de Pablo. Una herida que engañaba: el proyectil, pequeño, ya había realizado suficiente daño en el interior del organismo del playero.
En ese momento, los minutos parecían ser eternos. Walter, una clienta de la estación de servicios y un grupo de remiseros, llamaban con insistencia a alguna ambulancia, que no llegaba.
Fue entonces que decidieron cargar a Pablo en el utilitario Citroën Berlingo de Walter. Junto a él, se subió su hermana. "Ella le decía que intentara respirar por la nariz, le iba hablando", cuenta el hombre.
A esa altura de la madrugada, el Hospital de Urgencias parecía quedar más lejos aún de los reales seis kilómetros y medio que debían dejar atrás. Cuadras y cuadras que no terminaban más en un viaje desesperado contra el tiempo.
"Mi hermana subió conmigo y salimos rápido al Urgencias. En el control de Rancagua y Capdevila frené y le dije a los policías que me ayudaran, que llevaba a un playero al que le habían disparado", sigue recordando Walter.
Los policías se subieron al móvil, arrancaron y con las balizas encendidas se pusieron detrás de la Berlingo. Ambos vehículos aceleraron. Pablo se negaba a cerrar los ojos. "Me falta el aire, me muero", exclamaba como un suplicio.
A la altura del puente Sarmiento, ya a un paso del Urgencias, los uniformados apostados en un control fijo se sobresaltaron: una Berlingo a toda velocidad con un patrullero corriendo por atrás. "Creyeron que me estaba escapando de la Policía, pero les expliqué rápido y pude pasar", agrega Walter.
Ya en la explanada del Hospital, pidieron a un policía que los ayudara a bajar a Pablo. "Gracias...", alcanzó a decirle el playero a Walter antes de desvanecerse en sus brazos. Alcanzaron a ponerlo en una camilla, ya frío, y no lo vieron más. Nunca más.
Largos minutos después, un médico se asomó y les dijo que todo el esfuerzo no había alcanzado.
"Yo creí que se iba a salvar, porque sólo se le veía ese huequito en la panza, no había sangre ni nada. Y llegó consciente...", termina Walter, intentando encontrar alguna explicación a tanto sinsentido enmarcado en la inseguridad de cada día.
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