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La natación: una salvación para niños con autismo en Florida

Las clases de natación son fundamentales para la seguridad de niños con autismo. Expertos resaltan la importancia de la enseñanza acuática adaptada en Florida.

21/05/2025 | 14:34Redacción Cadena 3

FOTO: Clases de natación pueden salvar la vida de los niños en el espectro autista

WEST PALM BEACH, Florida, EE.UU. (AP) — En una amplia piscina interior decorada con imágenes de peces, un grupo de niños pequeños se mueve flotando y agitando las piernas. Aunque parece una clase de natación para principiantes, los instructores trabajan de manera individual con cada niño. Algunos utilizan tarjetas que permiten a los pequeños comunicarse con los maestros mediante señales en lugar de palabras. No se usan silbatos durante las sesiones.

Todos los estudiantes en la escuela de natación Small Fish Big Fish forman parte del espectro autista, un trastorno del desarrollo que aumenta significativamente el riesgo de ahogamiento. Este problema ha preocupado a expertos y padres desde hace tiempo, y nuevos datos reflejan claramente el peligro. En Florida, un estado con abundantes cuerpos de agua, más de 100 niños autistas o en evaluación han perdido la vida por ahogamiento desde inicios de 2021, según el Consejo de Servicios Infantiles del condado de Palm Beach.

Las alarmantes cifras subrayan un dilema a menudo ignorado: aunque el espectro autista exige que se enseñe a nadar, también representa un desafío adicional para lograrlo.

“Es un cambio de vida para los niños con autismo”, afirmó Lovely Chrisostome, quien se enfrentó a una situación aterradora este invierno cuando su hijo de 6 años abandonó su hogar y deambuló por el vecindario, alrededor de varios lagos. Intentó inscribirlo en clases de natación en una piscina pública, pero él se mostró reacio a entrar en el agua.

Sin embargo, su hijo aceptó participar en la clase específica para niños autistas en Small Fish Big Fish. Una instructora lo ayudó a flotar boca arriba. Cuando el niño comenzó a incomodarse, debido a su desagrado por mojarse la cabeza, la instructora lo colocó de lado, donde se mostró más relajado.

El autismo afecta aproximadamente a 1 de cada 31 niños en Estados Unidos, y su seguridad acuática ha sido un tema manifestado tras tragedias como el de Avonte Oquendo, un adolescente autista que fue encontrado sin vida en un río de Nueva York tras desaparecer de su escuela en 2014.

Si bien la investigación científica al respecto es limitada, dos estudios de 2017 mostraron un notable incremento en la tasa de ahogamiento entre personas con autismo, atribuible en parte a su tendencia a deambular y su subestimación de riesgos, según el doctor Guohua Li, coautor de uno de los estudios. Un niño de 5 años en Florida se escapó de su casa y se metió en la piscina de su abuela; otro falleció tras caer en un canal en un área recreativa diseñada para niños autistas. Una niña de 6 años se ahogó en un lago después de trepar por una estantería que bloqueaba la puerta de un apartamento, según el Consejo de Servicios Infantiles de Palm Beach. Actualmente, se trabaja en la creación de una base de datos nacional.

“Las clases de natación deberían considerarse un tratamiento prioritario para el autismo”, opinó Li, profesor de epidemiología en la Universidad de Columbia y padre de un niño en el espectro.

Las clases pueden salvar vidas

Diversas personas con autismo destacan en la natación, incluyendo a los adolescentes de Nueva Jersey del documental de 2017 “Swim Team”. Otros niños, incluso los que tienen desafíos severos, pueden aprender a sobrevivir con apenas ocho horas de terapia acuática, según Michele Alaniz, terapeuta ocupacional certificada y autora de un estudio basado en su experiencia en el Casa Colina Hospital and Centers for Healthcare en Pomona, California.

Sin embargo, muchas familias evitan inscribir a sus hijos en clases por miedo a abrumarlos, ya que los niños autistas pueden experimentar un espectro de síntomas, desde la falta de habla hasta comportamientos autolesivos y aversión al ruido. Otros niños son excluidos de programas que no pueden manejarlos. Las sesiones privadas pueden resultar útiles pero suelen ser costosas.

“Contar con alguien que entienda a un niño en el espectro —sus necesidades, cómo comunicarse con ellos y cómo manejar una crisis, especialmente en una piscina— es esencial”, comentó Lindsey Corey sobre su hijo de 5 años, quien no tuvo éxito en clases de natación general, pero sí avanzó en un programa con instructores capacitados por la Autism Society.

A medida que se aumenta la conciencia sobre los riesgos de ahogamiento, hay iniciativas para que las clases de natación sean más accesibles. La organización benéfica australiana Autism Swim ha capacitado a 1,400 instructores de natación, terapeutas y profesionales a nivel mundial desde 2016.

Agitación y alegría en el agua

En Florida, el Consejo de Servicios Infantiles del condado de Palm Beach destinó 17,000 dólares el año pasado a la Autism Society para capacitar a numerosos instructores, indicó Jon Burstein, quien investigó la relación entre el autismo y el ahogamiento. Además, la organización aportó 13,500 dólares para las clases en Small Fish Big Fish.

La docena de estudiantes de entre 4 y 8 años asisten a una escuela pública que se especializa en autismo. Al comienzo, mostraron resistencia a subir al autobús y a meterse al agua, según los organizadores. Sin embargo, a principios de abril, se dirigieron a la piscina sin dudarlo.

Una niña flotaba sobre una tabla con la cara en el agua como parte del ejercicio de control de la respiración. Otra sonreía mientras se movía en un tubo inflable.

“Es tan intrépida que da miedo porque se tira al agua, sepa nadar o no”, enfatizó su madre, Jana D’Agostino. “Esto es muy importante. Les está salvando la vida”.

Al otro lado de la piscina, un niño se metió al agua, donde lo esperaba Melissa Taylor, fundadora de Small Fish. “¡Es mi turno!”, exclamó ella mientras se sumergía. El niño la imitó, pero pronto salió y comenzó a mover las manos. Reconociendo que había sido suficiente, los instructores le permitieron secarse con una toalla.

“Es un reto que confíe en nosotros”, explicó Taylor, quien también reconoce cuando el niño muestra emoción a través del chapoteo y movimientos repetitivos, en lugar de alarma.

La sesión continuó para los demás niños, incluido el hijo de Chrisostome, quien salió feliz. Ha aprendido mucho en las clases, pero lo que más le sorprende a ella es:

“La felicidad que muestra”.

___

El Departamento de Salud y Ciencia de The Associated Press recibe apoyo del Grupo de Medios Científicos y Educativos del Instituto Médico Howard Hughes y de la Fundación Robert Wood Johnson. La AP es responsable del contenido.

[Fuente: AP]

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