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Volver a casa, el último deseo de los ídolos

Jonatan Maidana (35 años) y Clemente Rodríguez (39) expresaron sus deseos de volver a River y Boca, respectivamente. Los rumores abrieron el debate: ¿los ídolos merecen volver cuando ellos quieran?

07/02/2021 | 12:38Redacción Cadena 3

  1. Audio. Volver a casa, el último deseo de los ídolos

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El 19 de enero de 2019, en un Monumental repleto y acompañado por sus amigos y seres queridos, Jonatan Maidana se despidió de los hinchas de River. Con lágrimas en los ojos y la reconfortante sensación del deber cumplido, recibió una ovación unánime por parte de la gente, que se puso de pie para reconocerlo. Fue un cierre soñado para su historia en el “Millonario”, el broche de oro para un vínculo que duró casi una década. Y sin embargo, el protagonista de este cuento de hadas quiso cambiarle el final.

El deseo del defensor de volver al club en el que alcanzó la gloria no es extraño entre futbolistas que atraviesan situaciones similares. Hablamos de ídolos o referentes que, sobre el final de sus carreras, quieren sentir una vez más el abrazo de los suyos, revivir los logros del pasado y cerrar su camino allí donde fueron más felices. Una ilusión entendible, pero difícil de concretar: con 35 años y recuperándose físicamente del parate por la pandemia, muchos dudan sobre si el nivel de Maidana aún está a la altura del proyecto de Gallardo.

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Los rumores sobre el posible retorno del zaguero provocaron un debate entre los hinchas del “Millo” que puede hacerse extensivo a todo el fútbol argentino. Los ídolos, ¿tienen las puertas del club abiertas para siempre, o también tienen que sumar desde lo futbolístico? Una discusión similar surgió hace poco entre los fanáticos de Boca, con un nombre propio que también quedó en la historia grande del club: Clemente Rodríguez.

Mientras festejaba el ascenso a la B Metropolitana con Deportivo Merlo, su equipo actual, el lateral izquierdo campeón de todo en la era Bianchi volvió a postularse para defender la camiseta del “xeneize”. A los 39 años, mantiene viva la llamita de la esperanza por su amistad con Juan Román Riquelme, aunque sabe que no está en los planes de Russo. Aún así, más de un hincha de Boca cree que, con 3 Libertadores en su vitrina personal, Clemente se ganó el derecho a retirarse con la casaca azul y oro.

Un repaso por los últimos años del fútbol argentino arroja varios casos para analizar. Los hermanos Milito, dueños de carreras extraordinarias en Europa, vivieron historias muy distintas cuando volvieron cada uno a su lado de Avellaneda. Gabriel, el menor de los dos, fue el primero en regresar al país. Vino desde Barcelona en el 2011, con 30 años, para sumarse a los entrenamientos de Independiente. La emoción duró poco: ocho meses más tarde, agobiado por las lesiones y el flojo rendimiento del equipo, colgó los botines. Un año después, el “Rojo” se fue al descenso.

Diego Milito, por su parte, llegó a la Argentina en el 2014, con 35 años. Dejó al Inter de Italia para convertirse en el líder de la “Academia”, y los hinchas lo recibieron como a un salvador. Había motivos para ilusionarse: “El Príncipe” fue la figura del equipo campeón en el 2014, que rompió una sequía de 13 años sin títulos. Finalmente, Diego tuvo una experiencia mucho mejor que la de su hermano en su retorno al país, y el segundo ciclo en Racing agrandó su figura.

Un riesgo que corren los ídolos al volver a casa es el de arruinar su último recuerdo en el club, pero algunos valientes aceptan el desafío. La última foto de Guillermo Barros Schelotto con la camiseta de Gimnasia, por ejemplo, era la de un extremo joven y veloz, que terminó de explotar en el Boca de Bianchi. Ya en el 2011 y con 37 años, el “Mellizo” volvió al Bosque a jugar gratis cuando el club peleaba el descenso. Sus buenas intenciones no alcanzaron para evitar el desastre y, lejos de las comodidades que tenía en Estados Unidos, Guillermo terminó su carrera con el “Lobo” yéndose a la B.

Otras figuras, conscientes de que el cariño de la gente no es sinónimo de inmunidad a las críticas, eligieron no volver al club de sus amores. Aunque solo estuvo allí en inferiores, Ezequiel Lavezzi habló en más de una oportunidad de sus sentimientos por Rosario Central y sus ganas de jugar en la primera. Por distintos motivos, esa llegada se fue postergando hasta que el “Pocho” anunció su retiro en el 2019, sin darse el gusto que tanto deseaba. No obstante, cuando el “Kily” González dijo a mediados del 2020 que quería verlo en el “Canalla”, Lavezzi no se desesperó por el llamado. Había adelantado su postura algunos años atrás: creía que era mejor no volver antes que hacerlo en mal estado.

Hace no tanto tiempo, River había tomado la decisión de recibir a sus viejas glorias alrededor del mundo y varios cracks entrados en años pasaron por el Monumental. Mientras que “Lucho” González y D’Alessandro cumplieron con lo que se esperaba de ellos, esta política quedó marcada por dos casos que no estuviero n a la altura de las expectativas: Javier Saviola y Pablo Aimar. El “Conejo” volvió a vestir la banda roja a los 33 años, pero llegó a Argentina con la pólvora mojada y no pudo convertir ni un solo gol en su última etapa como profesional. El “Payasito”, por su parte, disputó apenas unos minutos con la camiseta de River, porque las lesiones no le permitieron tener continuidad.

Guillermo Farré es otro ídolo que quiso retirarse en el lugar donde alcanzó la gloria, pero se quedó con las ganas. El ex volante de Belgrano grabó su nombre en los libros de historia del fútbol nacional por el gol que le convirtió a River en la promoción del 2011, que le valió un ascenso a los de Alberdi. Sin embargo, y aunque Farré dejó muy en claro que quería despedirse en el “Pirata”, no tuvo la chance de cumplir ese deseo.

Un caso opuesto, en el que todo salió mejor de lo planeado, es el de Pablo Guiñazú y su llegada a Talleres. No fue un regreso como tal porque el “Cholo” nunca había jugado en el “Matador”, pero los dirigentes confiaron en él cuando ya tenía 38 años y quería cumplir el sueño de su infancia. El desenlace de la historia fue ideal, con Guiñazú convirtiendo el recordado gol del ascenso en 2016 que desató la euforia del pueblo “albiazul”.

La lista de ejemplos podría seguir, pero las bases del debate ya están planteadas. En un lado de la balanza están la gloria obtenida, los recuerdos del pasado y la nostalgia. Por el otro lado, pesan la edad de los jugadores y su nivel actual. El regreso de un referente siempre es una apuesta, como pasa con cualquier refuerzo, aunque se suma un condimento no menor: el cariño de la gente. Y es por eso que, cada vez que un ídolo pide volver a casa, se reaviva la lucha entre lo que indica la cabeza y esa última locura que pide el corazón.

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