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Pablo Pérez, una combinación entre calidad y temperamento

El volante, que volvió a Newell's, tiene una amplia trayectoria. Pasó por Boca, Independiente y el exterior. Con dificultades para controlarse, su carrera también estuvo marcada por las tarjetas.

09/02/2020 | 14:10Redacción Cadena 3

Hay dos cosas que no pueden negarse sobre él. Por un lado, es uno de los mejores volantes mixtos del fútbol argentino, con la combinación justa entre creación de juego y marca. Por el otro, no puede controlar su temperamento, y protagonizó conflictos en casi todos los planteles que integró.

Pablo Pérez es un futbolista imprevisible en todos los sentidos, capaz de ponerse al equipo al hombro y de cometer infracciones infantiles con la misma facilidad.Su carrera está llena de escándalos cuestionables, pero pocos conocen el camino que transitó para llegar a este presente.

Pablo Javier Pérez nació el 10 de agosto de 1985 en la ciudad de Rosario. Tuvo una infancia complicada en el barrio Zona Oeste, marcada por la escasez en lo económico, pero también por un profundo agradecimiento hacia sus padres por el esfuerzo que hicieron por él y sus tres hermanos.

Su papá, Juan Carlos, fue su gran referente. Usó muletas toda la vida por culpa de la poliomielitis, y al pequeño Pablo lo asombró todo lo que había logrado a pesar de su discapacidad. Era un hombre orgulloso que jamás ponía excusas, y él lo imitó desde su niñez.

El momento más esperado para ambos llegaba los fines de semana, cuando iban juntos a la cancha de su amado Newell’s Old Boys. Tenía sólo 8 años cuando vivió desde las tribunas la inolvidable llegada de Diego Armando Maradona, y su corazón se hizo leproso para siempre.

El fútbol era una pasión familiar, y a los 12 años se sumó al club San José, donde recibió un inusual reconocimiento que fue un presagio de su carrera: le dieron un “premio” por ser el jugador más amonestado del equipo.

A los 16 años, con ganas de crecer futbolísticamente y con el apoyo de su familia, se unió a las divisiones inferiores de Newell`s, pero su primer entrenamiento fue muy distinto a lo que imaginaba.

Sus nuevos compañeros lo superaban ampliamente, y volvió a su casa dolorido y desilusionado. Le dijo a su papá que no quería seguir jugando al fútbol, pero este le tocó el orgullo y lo desafió para que vuelva a presentarse al otro día.

Ese consejo y sus propias ganas de superarse hicieron que se quedara en Newell’s durante toda su adolescencia, y debutó en Primera División en el apertura 2006, a los 21 años. Alternó buenas y malas en la “Lepra”, pero su rendimiento no fue el esperado y tuvo que irse en el 2009.

Emelec de Ecuador lo recibió con los brazos abiertos, pero él nunca se adaptó al grupo ni a su nueva realidad. Estaba sólo en el país, completamente perdido, y lo expulsaron en los dos partidos que jugó en el torneo local.

La relación con sus compañeros terminó de romperse cuando protagonizó una pelea en un entrenamiento y le pidió a la dirigencia que lo dejara volver a Argentina, según su versión, por motivos personales.

Regresó a Santa Fe en el año 2010 y se sumó a las filas de Unión. Bajo la dirección técnica de Frank Kudelka y en un plantel con hambre de gloria, pudo reencontrarse con su fútbol y fue una de las figuras del “Tatengue” que ascendió a primera en el 2011.

Su gran nivel le valió una segunda oportunidad en Newell's, y todo marchaba bien. Había recuperado el cariño de los hinchas, se sentía importante en el equipo y tenía buenas expectativas para su futuro, pero recibió la peor noticia de su vida.

Juan Carlos, su papá, se había enfermado por culpa del cigarrillo, y los médicos le diagnosticaron un 1 por ciento de chances de sobrevivir. Pablo no entendía por qué una tragedia así llegaba en ese momento de su carrera, pero tuvo que salir adelante.

Se quedó en Rosario para estar con su familia, y transformó la situación en una motivación extra: quería darle una alegría a la persona que le había enseñado a no rendirse en los momentos difíciles.

Los planetas se alinearon y la historia tuvo un final soñado. Contra todos los pronósticos, su papá se recuperó, Newell’s se consagró campeón del torneo local de la mano de Gerardo Martino, y como broche de oro, una oferta de España le permitió dar el salto a Europa.

Málaga puso 1 millón de euros para llevarse al aguerrido volante de 28 años, pero su adaptación no fue fácil. Nunca pudo convencer al entrenador de su importancia en el equipo y se fue al terminar la temporada, con apenas 11 partidos disputados. Lo esperaba el desafío más grande de su carrera.

El carácter de Pérez, que tantas veces lo había perjudicado, le fue útil cuando tuvo que adaptarse al mundo Boca. Entendió rápidamente lo que el equipo necesitaba de él y debutó en la red con un gol a River. Cuando Fernando Gago se rompió los ligamentos en el 2017, sus compañeros le dieron la cinta de capitán.

Aprendió a convivir con esa presión a los golpes, y como podía. Protagonizó distintos incidentes, como cuando lo echaron de un entrenamiento por una patada a un juvenil o celebró un gol insultando a sus propios hinchas, que lo criticaban por su rendimiento.

Hasta la suerte se había encaprichado con dejarlo en el centro de la polémica, como cuando el colectivo del plantel fue apedreado en la previa de la final con el “Millonario” y él fue uno de los jugadores más afectados.

Aún así, todo lo que Pérez vivió en cinco años en el club se vio eclipsado por un partido atípico. Fue el capitán de Boca en la derrota más importante de su historia, en Madrid, y tuvo que irse por la puerta chica.

Ese golpe lo hizo reflexionar. Llegó a Independiente con ilusiones renovadas. Dijo que quería volver a disfrutar del fútbol y quedar en la historia grande del “Rojo”. Pero a veces, el temperamento es más fuerte que la voluntad.

Su primer polémica en el Rojo llegó con una patada sin pelota a Gelabert, de San Martín de San Juan, y se perdió el clásico contra Racing. Meses más tarde discutió contra Sebastián Beccacece, entrenador del plantel, lo sancionaron por dos semanas. Y por último, dejó a su equipo con diez contra Boca, en la Bombonera, e Independiente dijo basta.

A los 34 años, y con ese antecedente a cuestas, Newell’s volvió a apostar por él. Kudelka, su nuevo DT, aseguró que ansía reencontrarse con el volante que hizo brillar en Unión de Santa Fe.

Nadie más que Pablo Pérez sabe si podrá aprovechar esta nueva oportunidad y volver a ser protagonista por su fútbol. Él mismo será su mayor oponente.

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