Las reformas que faltan detrás de las reformas
16/12/2025 | 13:51Redacción Cadena 3
Mientras el foco público está puesto en la reforma laboral y en el debate del Presupuesto, los inversores —y buena parte del sistema productivo— miran un poco más allá. Esperan señales claras de que el proceso de reformas no se agota en lo inmediato, sino que forma parte de un programa más amplio de transformación de la Argentina.
En esa agenda aparece con fuerza la reforma impositiva, que debería llegar al Congreso apenas se destrabe la discusión laboral. También la inclusión del proyecto de ley de glaciares en el temario de extraordinarias, una iniciativa clave para sectores estratégicos como la minería. Todo esto configura lo que puede definirse como una enorme ventana de oportunidad: un momento político excepcional para avanzar con cambios profundos que no solo impactan en el corto plazo, sino que delinean el rumbo del país para las próximas décadas.
El dato relevante es que este impulso reformista no responde únicamente a la voluntad del gobierno de Javier Milei. Existe un consenso político que supera largamente a la mitad del sistema político argentino en torno a la necesidad de abandonar el proteccionismo, el encierro y el populismo, y avanzar hacia una economía más abierta y capitalista. Incluso dentro del peronismo hay sectores que, con matices, comparten ese diagnóstico. Por eso, el acompañamiento de algunos gobernadores no puede leerse solo como un intercambio coyuntural de favores, sino también como una coincidencia de fondo sobre el rumbo que necesita el país.
Sin embargo, hay reformas igual de importantes que no siempre pasan por el Congreso nacional. En las provincias se juegan batallas decisivas. Mendoza, por ejemplo, dio hace pocas semanas un giro histórico al flexibilizar su legislación y permitir el desarrollo minero, algo impensado hasta hace poco. Resulta difícil explicar que, mientras en la vecina San Juan hay proyectos mineros por más de 40.000 millones de dólares, Mendoza haya tenido durante años una actividad virtualmente prohibida.
La minería, además, no depende solo de la reforma laboral o impositiva. Necesita reglas claras y previsibilidad. La ley de glaciares es uno de los puntos críticos: la posibilidad de que una explotación se frene por interpretaciones laxas o ideologizadas genera un riesgo que espanta inversiones. La experiencia chilena demuestra que la minería moderna puede convivir durante décadas con el cuidado ambiental, sin afectar glaciares ni recursos hídricos, pese a los mitos que circulan en el debate local.
El mapa se completa con otras provincias. Chubut mantiene prohibida la minería y el gobernador Ignacio Torres busca destrabar ese debate. Catamarca, Salta, Tucumán y San Juan conservan esquemas de protección de proveedores locales que, en la práctica, dificultan la llegada de grandes proyectos, que requieren cadenas de valor amplias y competitivas. El problema es similar al que enfrenta Vaca Muerta: sin apertura para que empresas de otras provincias puedan integrarse como proveedoras, muchas inversiones se vuelven inviables.
En las últimas horas, incluso Tierra del Fuego dio un paso tímido pero simbólico al modificar parcialmente la prohibición sobre la acuicultura. Durante años, la producción de peces en el mar —como el salmón— estuvo vedada por argumentos ambientales que no se sostienen en la experiencia internacional. Chile construyó una industria exportadora multimillonaria sobre esa base. En el extremo sur argentino, al menos se abrió una rendija, aunque con fuertes limitaciones geográficas. Para una provincia que depende estructuralmente de transferencias del resto del país, generar actividad productiva genuina debería ser una prioridad.
A todo esto se suma un universo de pequeñas pero decisivas reformas locales. Tasas municipales desmedidas, servicios que no se prestan, trabas burocráticas que encarecen producir. Casos donde empresas pagan cifras millonarias a municipios sin recibir ni siquiera infraestructura básica, como calles pavimentadas para el tránsito de camiones. Situaciones que, multiplicadas por cientos de ciudades y provincias, terminan configurando un entramado que desalienta cualquier proyecto productivo serio.
La Argentina no se va a transformar de un día para otro. Pero tampoco va a empezar a hacerlo si sigue atada a leyes, regulaciones y prácticas de otra época.





